Mientras unos periodistas siguen dándole vueltas al tema de La Rambla catalana (no
confundir con la rumba catalana, inventada por El Pescailla) y otros, los más sesudos y engolados, acaparan las
tertulias televisivas comentando que la Generalitat ha llegado a admitir que recibió una
alerta el pasado mes de mayo sobre lo que podría suceder este verano en Barcelona, el
conseller de Interior, Joaquim Forn,
ha hecho hincapié en una “campaña de desprestigio e intoxicación contra la excelente
labor de los Mossos d’Escuadra desde dentro y fuera de nuestro país”. Esto ya
está tomando tintes rocambolescos. Y ante tanto bla, bla, bla, a un mes vista
del referéndum catalán, el ministro de Hacienda, Montoro, señala que “no habrá situación preocupante por falta de
presupuesto”, que ya hay previstas
medidas de control e, incluso, la posible suspensión del Fondo de Liquidez
Autonómica (FLA) a Cataluña si la Generalitat destina parte de esos fondos a su
erre que erre, etcétera. Por cierto, Cataluña es la comunidad más beneficiada
con el FLA, casi 70.000 millones de euros, de los que debe rendir cuentas. En
ese sentido, Joan Tardá, de ERC,
entiende que no se deben confundir los orzuelos con los defectos del paisaje, o
sea, “obligaciones con generosidad”. Es decir, que aquí nadie regala nada. Pero los
controles de Montoro (catedrático de Hacienda pública en la Universidad de
Cantabria) pueden fallar como una escopeta de feria. Me explico: la Generalitat necesita
6.000.000 de euros para llevar a cabo el coste del referéndum. Pero, ¿y si
hubiese algún particular acaudalado que pusiese esa pasta gansa encima de la
mesa? Dado el caso, ¿de qué servirían los controles del cambileño? Franco, al que hicieron jefe del
Gobierno del Estado un 1 de octubre en Burgos, creyó poco antes de su muerte
que lo dejaba todo “atado y bien atado”. En su discurso de aquella noche dijo:
“Tendremos vivo empeño en que no haya un hogar sin lumbre, en el que no haya un
español sin pan”.Y acertó a medias. Ochenta y un años después, la cosa está que
arde y muchos niños españoles no pueden hacer más de una comida al día. Los que
desvertebraron este país en 17 Autonomías en la Constitución de 1978
no deben rasgarse las vestiduras cuando alguna de ellas, como sucede ahora en
Cataluña, desee emanciparse del resto de la Carpetovetonia
mediática, donde en medio de los discursos de Rivera y de Iglesias (se
estaba deliberando el espinoso asunto de la corrupción del PP) Televisión Española interrumpió su
programación en el Congreso de los Diputados para retransmitir los actos de la Tomatina de Buñol. ¿Cabe mayor esperpento? Si
acaso el que se produjo en la foto que hoy aporto, donde puede verse una
procesión desfilando por el centro de
Sevilla, junto al Archivo de Indias, mientras un tipo, que posiblemente estuviera acogido a los beneficios de las 60 peonadas, también carpetovetónico,
se columpia en las cadenas que circundan su fachada calzando zapatillas de
cuadros (en una de ellas puede verse un agujero para que respire el juanete) y
con un cigarro puro en la boca. Ante tanto esperpento, parece normal que algunos ciudadanos opten por algo distinto a lo que ofrece este país de borboneo, charanga y pandereta.
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