Al Gobierno que preside Rajoy le
ha entrado una fiebre privatizadora que comenzó con la Sanidad, le siguió la Enseñanza y, ahora,
pretende hacer lo mismo con los centros penitenciarios. La cosa es alucinante.
Quieren adelgazar la lista de funcionarios en los servicios públicos en
beneficio de los hospitales privados, de los colegios de la Iglesia Católica y de determinadas
sociedades mercantiles con capital privado. Día llegará en el que se sustituirá
a los inspectores de Hacienda por cobradores del frac; a los jueces de carrera
por jueces de paz, que salen más baratos; y al personal femenino del CNI por
princesas alemanas, siempre que éstas sean rubias, con ojos azules y tengan
unos apellidos imposibles de pronunciar por un vecino de Trespaderne. Interior ya
ha contratado servicios de seguridad privada para 21 centros penitenciarios. Pronto
las cárceles españolas serán lo más parecido al Aeropuerto de Barajas, donde
conviven la
Policía Nacional, la Guardia Civil y un rabo de
vigilantes privados que para qué te quiero contar. Jorge Fernández Díaz, ese
“Superagente 86”
de la cruz y la espada, declaró en enero pasado que “había que reubicar el gran número de escoltas que
ejercían en el País Vasco y Navarra y que se quedaron sin trabajo tras el
anuncio de ETA del cese de su actividad armada”. Por ese absurdo deseo de justificación de lo
injustificable resulta que, como ahora sobrarán miembros de la Guardia Civil, se les podrá
“reubicar” como ujieres en el Congreso, y a los ujieres en el Congreso
sobrantes se les podrá reubicar como jardineros en El Pardo, y a los jardineros
sobrantes en El Pardo se les podrá reubicar como camilleros en La Paz, y a los camilleros
sobrantes en La Paz
se les podrá reubicar como educandos de banda en el Regimiento de Infantería
Ligera Garellano 45, etcétera. Al final,
por muchas combinaciones que hagan estas lumbreras que ejercen de ministros del
gabinete Rajoy, siempre quedará un sobrante de personal equivalente a aquellos
que ahora se pretende reubicar en las prisiones del Estado, con lo que se habrá
hecho un pan como unas hostias.
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