Me entero de que un dentista de
Zaragoza fue detenido por delito de lesiones el pasado día ocho, al arrancarle
a una paciente las piezas dentales que le había colocado días antes, al no
llegar a un acuerdo económico. F.J.G.S, que tales son las iniciales de ese mal
profesional, fue puesto en libertad, no sé si con cargos, una vez que hubo
declarado en los Juzgados. Este país tiene sus paradojas en cuestiones de
salud. Por ejemplo, puedes recibir un trasplante de hígado en la Seguridad Social,
pero has de acudir al dentista particular para que te deje la boca en
condiciones de poder mascar aunque sea chiclé. Gorgonio Oficialdegui acudió en
cierta ocasión al dentista del Seguro para que le extrajera unos premolares que
tenía picados. Pero el dentista le dijo que llevaba la boca en muy mal estado y
que lo mejor sería que se quitase todos los dientes y muelas aprovechando que
las extracciones eran gratuitas. “Bueno-dijo Gorgonio-, si no me hace mucho
daño…”. Una vez que le cicatrizaron los huecos de las encías se vio obligado a
utilizar unas prótesis de resina. Pero como la fijación de la dentadura postiza
no depende del aparato protésico sino del terreno de soporte, a Gorgonio le
quedó bailando un poco y eso le dificultaba pronunciar correctamente ciertas
palabras, pero no le importó. Desde entonces tuvo mejor calidad de vida. Podía
comer sin riesgo de ahogarse. Todas las noches, antes de acostarse, Gorgonio se
quitaba cuidadosamente la dentadura y la limpiaba con lavavajillas “fayri”. Más
tarde dejaba la prótesis dentaria dentro de un vaso con agua sobre la mesilla
de noche. Al día siguiente, después de asearse, se colocaba la dentadura en su
sitio, hacía unas falsas sonrisas ante el espejo del lavabo y pronunciaba tres
veces la palabra “Pamplona” para observar su fijación en las encías. Gorgonio
Oficialdegui era un hombre muy responsable y poseía un acendrado sentido de la
camaradería. En cierta ocasión, estando de correría por caminos polvorientos,
Gorgonio y su compañero hicieron un alto en el camino, dejaron el mosquetón, el
zurrón y el tricornio con visera y cogotera apoyados en un peral y se
dispusieron a consumir un bocadillo. Pero el compañero de Gorgonio, el cabo
Zósimo Tello, se había olvidado por las prisas su dentadura postiza sobre el
mármol de la mesa de la cocina. Gorgonio le pidió un poco de calma. Se comió el
bocadillo que le había preparado su mujer a base de pan y agujas en escabeche
y, a continuación, se acercó a un arroyo, limpió un poco su dentadura y se la
dejó a Zósimo para que pudiese comerse el suyo, que era de mortadela con
incrustaciones de trozos de aceituna. Ya restaurados, tomaron sus armas de
reglamento y sus zurrones, se pusieron en la cabeza los tricornios con el
barbuquejo por encima de sus barbillas y siguieron el camino sonrientes. “Para
reír, mi cabo, sólo se necesita mostrar el alma y no los dientes”. Y que lo
digas, Gorgonio, y que lo digas…”. Por el camino se cruzaron con un viajero
astroso acompañado de un perrillo canela. No le pidieron la documentación. Sólo
le saludaron. Es fácil que hubiese perdido su casa por un desahucio. Decía Cela
que, “cuando las deudas no se pagan porque no se puede, lo mejor es no hablar
de ellas y barajar”.
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