Hoy se impone lazo negro porque
las tragedias no deben ser olvidadas. Demasiado dolor, excesivo espanto. El
monolito frente a la Estación
de Atocha se agrieta nueve años después del mayor desastre de la democracia. No
se deben poner parches ni cinta adhesiva en un vano intento de mitigar el
deterioro de un recuerdo (el monolito inaugurado hoy hace seis años es una
evocación), por parte de las autoridades municipales madrileñas. Los 191
fallecidos y los casi 2.000 heridos merecen respeto. Queda bien soltar globos y
poner una breve pieza de Mozart. Tampoco debe ser olvidado por la ciudadanía
las vergonzosas mentiras de un Gobierno, el de Aznar, en un intento de
confundir a los votantes para volver a ganar unas elecciones generales. Las
tragedias no deben ser olvidadas. La foto de las Azores, tampoco. Aznar no está
en condiciones de dar lecciones a los españoles desde el púlpito de Faes. Otro,
en su lugar y con más vergüenza torera, se hubiese escondido para siempre en el
“Castelgandolfo” del desierto de Los Monegros para no asomar jamás el bigote.
José María Izquierdo, en el diario El País, pone el dedo en la llaga: “Pues en
tal día como hoy, precisamente en tal día como hoy, 11 de marzo, el presidente
del Club
Siglo XXI, el siempre desenvuelto Eduardo Zaplana,
ha tenido a bien invitar a Federico Jiménez-Losantos, el apóstol jefe de los
conspiranoicos más enloquecidos para que “analice” –ja- la primera
legislatura de Rodríguez Zapatero, que empezó, justamente, teniendo que
hacer frente a aquel dolor ciudadano. Zaplana
pondrá cara de compungido. O quizá añore aquellos días, ministro portavoz que
era del Gobierno
de José María Aznar, cuando él mismo y su presidente, en
persona, mintieron a los ciudadanos -a alguno con nombre y apellidos- con total
desvergüenza. ¿Zaplana quiere ahora, de nuevo, que
le recordemos aquellos días negros? Es lo que tienen los desahogados: nunca,
nunca, se ruborizan. En cualquier país normal, uno –Aznar- y
otro –Zaplana-
hubieran quedado inhabilitados para la política. Pues el primero nos da
lecciones de ética todos los días, y el segundo se hace rico a nuestra costa,
que le pagamos el sueldo con los recibos de Telefónica”. Hoy, como decía
al principio, se impone el lazo negro porque las tragedias no deben ser olvidadas.
Demasiado dolor, excesivo espanto…
No hay comentarios:
Publicar un comentario