Bourbon, Borbón, Borbó… La
castellanización del apellido suena raro. Su catalanización, también. Lo cierto
es que a Juan de Borbón le quieren quitar la avenida en Barcelona. Lo demás son
pamplinas. Alfonso Ussía escribe en “La Razón” indignado de que se haga esa “afrenta” al
conde de Barcelona. Pues, mire usted, dígaselo a los catalanes, que son dueños
de su destino. A mi entender, me da lo mismo que en el callejero ponga “Avenida
de Juan de Borbón” que “L’avinguda de Joan de Borbó”. El hecho cierto es que le
quitan la calle a un señor que iba para rey de España y se quedó compuesto y
sin novia por expreso deseo de Franco. De nada le sirvió su pretensión de
unirse a los sublevados contra la Segunda
República, cuando el 1 de agosto de 1936 cruzó la frontera
española por Dancharinea acompañado de un grupo de navarros monárquicos. De
nada le sirvió pasar con identidad falsa quien se hizo pasar por Juan López,
trabajador del Hotel “La Perla”,
de Pamplona. De nada le sirvió que se pusiese un mono azul con las cinco
flechas de Falange y una boina roja de Requeté que le habían regalado. Y no
pasó inadvertido en el Parador de Aranda de Duero, camino de Burgos, cuando
Fidel Dávila, al teléfono, le transmitió la orden de Emilio Mola de volverse
por donde había venido. Un paripé deplorable que avergonzaría a cualquier
español con algo de dignidad. Para Ussía, Barcelona es “esa ciudad grandiosa
cada día más habitada por aldeanos de horizontes inmediatos”. Para Ussía, “se
advierte la mala intención de los incultos, los perversos, los groseros y los
paletos de ERC y CiU. (…) Parece que les molesta la sombra magnífica del Rey
marino”. Bueno, bueno… Mire, Ussía, tonterías, las justas.
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