Seamos coherentes. Una cosa es lo
que en su día hizo Mario Conde, que le llevó directamente a la cárcel, y otra,
muy distinta, que dé en el clavo cuando desea contar algo. Mario Conde es un
hombre culto, aunque ello no quiera decir que debamos seguir sus pensamientos al pie de la letra. Es
tertuliano de “El gato al agua”,
programa nocturno de Intereconomía, que tiene sus seguidores fieles
aunque personalmente reconozca que no me encuentro entre ellos. Pero respeto a
los oyentes y a los tertulianos de la misma manera que respeto a todo aquel que
tiene algo que decir aunque sea equivocado. Acabo de leer un suelto de Mario
Conde en “La Gaceta”,
titulado “Democracia mediocre”, donde viene a decir algo que muchos
compartimos: que “la partitocracia y las redes clientelares afectan de manera
grave a la democracia. (…) De ello son responsables los integrantes de la clase
política. Crean en la gente la ilusión de que son libres, que votan como
ciudadanos, pero consiguen que de hecho hagan lo que ellos quieren, cerrando el
acceso a partidos distintos de los dos dominantes y comprando con subvenciones
a medios de comunicación privados, y monopolizando televisiones públicas. Aquí,
con el monopolio de los políticos, solo pueden hablar los que ellos quieren que
hablen y siempre que digan lo que ellos quieren que la gente escuche”. A mi
entender, ello se notó en Televisión Española y en Radio Nacional de España con
la llegada al Gobierno del Partido Popular. Cambiaron presentadores
prestigiosos y tertulianos variopintos y un “raro tufillo” terminó por
impregnarlo todo. Fue como si la moviola de los responsables de esos medios de
información nos hubiera hecho retroceder treinta años. Sólo faltaba que
apareciese en pantalla un cura al filo de la medianoche con aquel comentario
breve en la sección “El alma se serena”. Descuiden, todo se andará. Dice Conde,
y dice bien, que “se ha instalado la mediocridad de los que no han sido capaces
de hacer nada útil en la vida de la sociedad y se persigue implacablemente a la
inteligencia”. Cierto. Una sociedad amansada, con empleo precario y hundida en
la burricie es mucho más fácil de manejar. Y cuando aparece un tema de
corrupción que presuntamente les implica de lleno, como acaba de suceder hoy
con Bárcenas y ayer con Gürtel, entonces se pone en marcha el protocolo, o
sea, se pincha con la aguja de gramófono
el disco rayado de pizarra de la “Voz de su amo” con la frase monocorde de “…y tú más”, que
produce un sonido semejante al de una psicofonía de “Cuarto milenio”, y un
resorte automático pone en marcha el ventilador. No falla.
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