Aquí el que no corre, vuela. Se
cobra por visitar todo, catedrales, museos diocesanos…, y desde el pasado marzo,
para estar en línea con la
Iglesia Católica, el Ayuntamiento de Belchite cobra entrada por
visitar las ruinas del otro Belchite, del Belchite donde nació Santiago Lorén,
del Belchite que ya sólo es una casa con
goteras. Ahora sólo se permiten visitas guiadas a 6 euros por persona. Juan
Antonio Antón, concejal de Turismo, contaba el pasado mes de abril a un
periódico local que “existe peligro de derrumbes”. Hombre, concejal, los
peligros acechan tanto si uno se acerca por libre como si acude en visita
guiada. Estas cosas son como los aludes de montañas, que surgen cuando menos te
lo esperas. También señaló el concejal Antón que antes de proceder al vallado
del recinto “había expolios y destrozos en el patrimonio”. Tampoco hay que
exagerar, Antón, que las ruinas de Belchite no son ni el Partenón ni el Coliseo
ni el Valle de los Reyes. Fue un pueblo aragonés donde murieron alrededor de
5.000 ciudadanos en catorce días de combate durante el verano de 1937. Terminada
la contienda, Franco decidió no reconstruir el pueblo sino crear uno nuevo al
lado, utilizando prisioneros republicanos como mano de obra. Las ruinas del
anterior pueblo se dejaron tal cual, o sea, en un estado lamentable. Más tarde
aparecerían leyendas urbanas sobre psicofonías y apariciones al estilo de las
que se cuentan sobre los viejos e inutilizados sanatorios antituberculosos,
como el de Agramonte, en las faldas del Moncayo Pamplinas. El hecho cierto es
que el Ayuntamiento de Belchite ya lleva recaudados desde marzo pasado por el
concepto de visitas guiadas más de
16.000 euros. Ahora sólo hace falta que la alcaldesa socialista María Ángeles
Ortiz Álvarez, organice “perfomances”, con el factor añadido de la
improvisación que tanto gusta a los turistas. Se puede comenzar teatralizando
durante las noches de verano lo que significó la Taifa de Zaragoza a la que
Belchite pertenecía, su conquista por
Alfonso I de Aragón y la creación de la primera imitación a la Orden del Temple, para más
tarde dar un salto en el tiempo hasta 1809 con la batalla contra los franceses
y, a continuación, pasar a la otra gran batalla, la de 1937, en plena Guerra
Civil, que destruyó completamente el pueblo. Todo ello, para asegurar su éxito,
debe estar aderezado con luz y sonido, poniendo la guinda final una voz en
“off” que diga a los ensimismados
turistas: “Pueblo viejo de Belchite / ya no te rondan zagales / ya no se oirán
las jotas / que cantaban nuestros padres”. Con esa “perfomance” y un selecto
servicio de ambigú el triunfo estará asegurado.
2 comentarios:
Ni murieron 5.000 personas en la batalla de Belchite, ni el pueblo quedó destruido. Antes de publicar hay que investigar y después ser un poco más prudente en las valoraciones que se hacen, pues aún así puede uno equivocarse.
No, el pueblo quedó intacto. Por eso hicieron otro. A otro perro con ese hueso.
Publicar un comentario