Pues miren, yo no sé que es peor,
si el virus aviar que circula por Shangai y que los
científicos le llaman H7N9 como si se tratara de la catalogación de una
estrella, los billetes falsos en circulación y que han subido un 26‘3
por ciento en el pasado semestre, o la proliferación de bicicletas que circulan
por las aceras de nuestras ciudades sin ningún miramiento hacia los peatones.
Lo del virus chino está mal, ya lo sé, como está mal el paramixovirus que
produce el sarampión o la orquitis consecuente de la inflamación del epidídimo.
Lo primero, lo del virus aviar se evita, al menos de momento, veraneando en el
pueblo, cortando finas láminas a un pernil serrano y bebiendo vino tinto a
chorro de una bota de las “Tres Zetas”; los billetes falsos, llevando en el
bolsillo un bolígrafo que detecta el dinero del “monopoly”. Pero el asunto
de las bicicletas está alcanzando visos de epidemia, como hoy comenta Antonio
Burgos en su artículo en el ABC de
Sevilla “Ya somos Copenhague”. Dice: “En tiempos del imperio de modernidades,
peatonalizaciones, movilidades, sostenibilidades y mamarrachadas de
Monteseirín, la bicicleta entró en Sevilla, mutatis mutandis, como los bárbaros
en Roma. Se entabló una lucha entre el coche y la bicicleta en la que ganó la
bicicleta...que es como si en las fiestas de moros y cristianos ganaran los
moros. Toda la ciudad se plegó a la dictadura de la bicicleta. No
peatonalizaron: abicicletaron, que no es lo mismo. El ciclista va por Sevilla
como un dictador triunfante que en su caballo blanco entra en una ciudad
conquistada”. Pues bien, algo parecido ha sucedido en la Zaragoza regida por
Belloch, donde más de un peatón al día debe ser asistido en el Hospital “Miguel
Servet”, que también descubrió la circulación, pero de la sangre. El ciudadano no demanda más circulación de
bicicletas por las aceras sino más activo circulante, es decir, más dinero para
usar en cualquier momento. Los vehículos de propulsión humana, como es la
bicicleta, o la biciclostia, son buenos por lo que tienen de económico,
sostenible y ecológico, pero siempre que circulen por los sitios habilitados, o
sea, por las ciclovías. Las aceras son para los peatones, que circulamos a base
de desgastar tacón. Y por si algún ecologista se me echa encima, me adelantaré
a decir que algunas bicicletas se pueden pedalear por las aceras sin peligro:
las estáticas. No llegan muy lejos pero permiten poner cara de velocidad y
quedar bonito ante el respetable peatón que ha salido de casa dispuesto a
comprar el pan o a pasear a los nietos. A este paso, habrá que poner burladeros
junto a los portales y a cada veinte metros, para que podamos refugiarnos
cuando aparezca un ciclista a piñón fijo y con el manillar de carreras vuelto
del revés. Recuerden lo que le pasó al pobre Granero.
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