Un día después de tragedia del
tren híbrido “Alvia” en las proximidades de Santiago de Compostela con un
balance provisional de casi ochenta muertos, el delegado del Gobierno en
Galicia, Samuel Juárez, por un lado, y Renfe Operadora y Adif, por otro,
discuten si eran churras o merinas, es decir, si el convoy circulaba en la
maldita curva a 220 o a 180
km/h. Da igual una cifra que la otra cuando se trata de
un tramo en el que sólo se permite circular a 80. Que el tren llevase cinco
minutos de retraso tampoco justifica tal exceso de velocidad. También falló la
baliza de seguridad. Pero lo más triste de todo es la declaración el
maquinista, que reconoció que iba a 190, cuando señaló: “Descarrilé, qué voy a
hacer!”. No pretendo echar más leña al fuego, pero entiendo que el maquinista
no meditó las consecuencias de esa “locura”. Errores los cometemos todos, pero
las insensateces merecen castigo. Aquí hay demasiados incompetentes. Y mientras
esa tragedia consternaba a todos los españoles, Mariano Rajoy enviaba un
comunicado de pésame a Núñez Feijóo, en cuyo último párrafo podía leerse:
“Quiero transmitirle mi más sentido pésame por la pérdida de vidas humanas y
cuantiosos daños materiales que ha traído el terremoto
que ha tenido lugar esta madrugada en Gansu. Deseo, en particular, transmitir
mis sinceras condolencias a los familiares de los fallecidos”. Nada que añadir.
Está claro que la secretaria de Estado de Comunicación del Ministerio de la Presidencia, Carmen
Martínez Castro, que desde noviembre de 2006 hasta diciembre de 2011 ha sido directora de
Comunicación del Partido Popular, tiene una diarrea estival mental del tamaño
de King Kong, ese gigantesco gorila ficticio que habita en la Isla Calavera. Sólo
le faltó decir que Santiago Matamoros no pudo echar un milagroso capote en ese
maldito descarrilamiento por encontrarse de vacaciones en Punta Umbría. Como
cuente así la reseña de los Consejos de Ministros vamos aviados.
No hay comentarios:
Publicar un comentario