Cada uno tiene sus debilidades,
todas ellas dignas de ser respetadas. Una de ellas, en lo que a mí respecta, es
poder leer con sosiego los artículos de Rufo Gamazo Rico en “La Opinión. Correo de Zamora”.
Siempre aprendo algo de lo que él escribe. Rufo Gamazo es un periodista que,
pese a ser octogenario, conserva una gran memoria. Y “Don Puro”, como así
firmaba sus artículos siendo soldado en el Regimiento de Infantería Toledo
número 35, en Zamora, me sorprende hoy en ese diario zamorano con su artículo
“De orden del señor alcalde”, donde cuenta cuando en los años 50 a un gobernador civil le
dio por visitar apartados pueblos castellanos. Cuenta Gamazo: “En uno de ellos,
al presentarle al alcalde le informaron de que aquel servidor del pueblo
llevaba treinta años empuñando la vara. El poncio bromeó: Así que alcalde con la Monarquía, la República y con el
Régimen: ¡Cuánto ha cambiado usted! El alcalde replicó: Yo, no; ustedes han
cambiado”. A Rufo Gamazo Rico le nombraron en 1953 director de “El Día”, de
Santa Cruz de Tenerife, y fue allí donde conoció a Carlos Arias Navarro, entonces gobernador civil de esa provincia
canaria y que más tarde lo sería de Navarra, donde permaneció hasta 1957, año
en el que fue nombrado director general de Seguridad y mano derecha de Camilo
Alonso Vega. Pues bien, Rufo Gamazo sería asesor personal de Arias Navarro en la Dirección General
de Seguridad, en el Ayuntamiento de Madrid, en el Ministerio de la Gobernación y en la Presidencia del
Gobierno. En suma, Rufo Gamazo fue un hombre de su tiempo, como aquel alcalde
del apartado pueblo castellano. ¿Qué podemos reprocharle? Cuarenta años bajo el
zapato del nacional-catolicismo es mucho tiempo en la existencia de los
españoles y engloba toda una vida en el campo laboral. Rufo Gamazo, de haber
escrito sus memorias, podría haber comenzado como el capítulo I de “La familia de Pascual Duarte”:
“Yo, señor, no soy malo, aunque no me faltarían motivos para serlo. Los mismos
cueros tenemos todos los mortales al nacer y sin embargo, cuando vamos
creciendo, el destino se complace en variarnos como si fuéramos de cera y en
destinarnos por sendas diferentes al mismo fin: la muerte”. Rufo Gamazo escribe
bien y eso le salva.
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