El maquinista, ¿culpable?
Ayer visitaron hospitales y el lugar del accidente ferroviario de
Galicia los Reyes. Hoy lo han hecho los Príncipes con un protocolo parecido. Un
detalle que se agradece, pero la noticia del día en la prensa, tanto de ayer
como de hoy, de ninguna de las maneras lo constituyen esas visitas. Ayer, digo,
los Reyes, hoy los Príncipes. Y tanto ayer y hoy las calles abarrotada de ciudadanos para
vitorearles. De entre esa multitud, la voz de una mujer anónima gritando a la
princesa consorte: “No se olvide de los enfermos”, como en los cuentos de
Calleja, cuando la princesa podía transformar a un pastorcillo de cabras en
duque o en rana. Adif, en boca del
presidente Gonzalo Ferré, le echa la culpa al maquinista. Francisco José Garzón
Amo, que bastante tiene ya encima y hace bien en negarse a declarar en el
interrogatorio policial, está herido física y psicológicamente y merece
respeto. El jefe de Policía, Jaime Iglesias, ha señalado a los medios que el
maquinista “está imputado por un hecho delictivo vinculado a la autoría del
siniestro”. Pero bueno, ese hombre de qué va. Haría bien en no hacer
valoraciones subjetivas y en dejar trabajar a la Judicatura. Yo
tenía entendido que era a los jueces a quienes correspondía imputar a los
ciudadanos cuando éstos, los jueces, entendían que podían existir indicios de
hechos dolosos, pero el tal Jaime Iglesias ya da por hecho que el maquinista ha
cometido un “hecho delictivo” sin tan siquiera atribuirle la presunción de
inocencia. Siento vergüenza ajena. A este paso, pronto llegará el día en el que
los ciudadanos nos veamos obligados a tener que probar nuestra inocencia frente
a las acusaciones de cualquier funcionario del Estado, como sucedía en el
franquismo. Es el mundo al revés. Si el maquinista había pasado sesenta veces
por la curva de Angrois, como ha señalado el presidente de Renfe, Julio
Gómez-Pomar, queda claro que conocía perfectamente el trayecto. Parece una
frivolidad, en cualquier caso, que los responsables de Renfe y de Adif
apuntaran como hipótesis el fallo humano antes de proceder a la investigación de las causas de la
catástrofe. Pero el presidente de Semaf (sindicato de maquinistas), Juan Jesús
García Fraile, hacía una defensa de su compañero y ponía en cuestión la versión
oficial. Declaraba: “El sistema de
seguridad instalado en ese tramo, el ASFA, disponía de un mayor grado de dependencia del factor
humano que el sistema europeo de gestión del tráfico ferroviario (ERTMS).
También añadía que si este último hubiera estado desplegado en la zona del
siniestro el accidente no habría ocurrido”. Aquí lo más fácil es culpar al
maquinista para acallar a los consternados ciudadanos hartos. Siempre pasa. Y
si el maquinista hubiese muerto en el descarrilamiento, miel sobre hojuelas,
carpetazo y asunto zanjado. No es eso, no es eso. El desgraciado accidente de
Angrois no es el “crimen del cortijo de Los Galindos” ni Francisco José Garzón
es José González, aquel tractorista suicidado sobre el que recayeron todas las
culpas y sobre el que más tarde serían desmontadas las hipótesis oficiales. No
hubo otra justicia. No existe otra justicia cuando no interesa que la haya. Lo
estamos viendo casi a diario en este país, cuando comprobamos estupefactos que
no se adaptan los delitos a los códigos sino a la inversa. Y cuando un asunto
grave concierne a determinadas esferas de poder, sencillamente se espera a que
el delito prescriba o, simplemente, se
le condena para, al poco, proceder al
indulto del delincuente en Consejo de Ministros.
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