Hoy, 22 de julio, hace justamente
50 años que dejó de existir mi maestro de primaria. Don José Fernández Pérez,
que así se llamaba, era un hombre bueno que atendía la escuela que la empresa
en la que trabajaba mi padre tenía dispuesta para los hijos de los empleados.
También se admitía en ella, por proximidad, a los hijos de guardias civiles y a
los hijos de los ferroviarios. Cuando murió don José yo ya no pertenecía a la
escuela. Había “desertado” con 11 años para hacer el Bachillerato como alumno
libre. Recuerdo que aquella tarde, pocas horas antes de su fallecimiento, el
párroco había ido a su casa para darle la extremaunción. Yo acompañé al cura en
calidad de asistente y pude verle postrado en su cama, con los ojos muy
abiertos, recibiendo la comunión. Don José era un maestro vocacional, que
enseñaba deleitando y, también, aplicando alguna colleja al alumno distraído. Fumaba
“ideales” y estaba suscrito al “ABC” de Madrid. Cada mediodía esperaba ansioso
la llegada del repartidor de correspondencia para que le hiciera entrega de su
ejemplar, doblado y abrazado con una fajilla. Se lo daba por la ventana. Don
José decía que el “ABC era el ave que volaba más alto” porque llegaba cada
mañana a media Europa por avión. Era el “ABC” de Prensa Española, el que Anson
llama “verdadero”, y que me perdone Bieito Rubido Ramonde. Era, también ahora,
un periódico con grapa y de formato folio que durante la Guerra Civil informaba una cosa
y la contraria en función de dónde era editado, es decir, en el Madrid donde el
periódico pasó a ser gestionado por
Unión Republicana, o en la Sevilla dominada por los
sublevados. Hace 50 años que nos dejó don José y sigue permaneciendo vivo en mi
recuerdo. Me enseñó a leer, que nunca viene mal.
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