Anoche se celebró la entrega de
premios seguida de la tradicional cena de los “Cavia” en ABC en un solemne acto
presidido por la Reina
de España. El “Luca de Tena” lo obtuvo Antonio Burgos, que ya tenía en su
colección de trofeos el “Mariano de Cavia”. Es curioso, me consta que Mariano
de Cavia Lac nunca escribió en las páginas de ABC. En el acto de ayer noche, varios ministros,
la vicepresidenta del Gobierno, Botella, Aznar, Rudi, Villar Mir y Blecua,
entre otros. Y al final, el acostumbrado brindis por el Rey. Antonio Burgos,
siempre deslumbrante, señaló que “el ideario de ABC estaba tan claro que no
hacía falta Libro de Estilo”. Cierto, pero ABC sí tiene Libro de Estilo (Ariel,
1993) sobre el que conservo un ejemplar de la primera edición, de mayo de ese
año, con prólogo de Fernando Lázaro Carreter. Se recordó a los ausentes: al
marqués de Daroca y a Manuel Martín Ferrand. Mi enhorabuena para los premiados,
especialmente para Antonio Burgos, del que leo diariamente con devoción de
novicia su “Redcuadro” sevillano. Hoy, 6 de noviembre, he echado en falta su
artículo. Bastante he tenido ya con acordarme del comienzo de las “sacas” a
Paracuellos, algunos detenidos por el “pecado” de llevar un ejemplar de ABC
entre sus manos. Me refiero a Ramiro de
Maeztu. Comprendo que no se puede estar en dos sitios a la vez, ni haciendo dos
cosas a la vez, o sea, estar en una cena de campanillas en la Villa y Corte y escribir,
por ejemplo, sobre “esa señal [la de El Duque]
como de tráfico o como las que hay en la calle Oriente con una flecha
con la dirección para llegar al Hotel Doña María o al Inglaterra”, o que “el
otoño no empezaba hasta que alguien [a lo Estébanez Calderón] publicaba en
algún diario el tradicional artículo de las castañeras”. En efecto, no se puede
estar en dos cosas a la vez; o, como cantaba Machín, “no se pueden querer a dos
personas a la vez sin estar loco”. A don Antonio Machín Lugo le tuve mucha
estima, tal vez por ser cubano, como lo
fueron mi padre, de La Habana,
y mi abuela Antonia Herrera, de Los
Remates de Guane, en la provincia de Pinar del Río. Sólo coincidí con don
Antonio Machín en una ocasión, en el Bar Arsenio, de la calle San Eloy. Para mí
que ganaba de cerca, no era fotogénico.
Estuvimos tomando unas cañas de cervezas y recuerdo, a pesar de los años
transcurridos, que hablamos algo sobre otro personaje muy curioso, también
cubano, que por aquellas fechas (verano de 1972) caminaba por Puente y Pellón vestido de luces con un traje impecable, flor
en la solapa y aires de conde en ejercicio, o sea, conde de los que parecen
condes, no como don Leopoldo de la Maza Falcó, al que
también le faltaba un ojo, que iba con hechuras campestres a tratar sobre
cuestiones remolacheras con Juan Gutiérrez Beitia, jefe de cultivos; y, ya de
paso, por aquello de ir por atún y ver al duque, a saludar a Ramón Cortés de
Haro, a la calle Imagen, 4, segundo piso ascensor, y no sé, puede que también,
a tomar unas cervezas en el Bar Spala, que se encontraba justo debajo, próximo
a una agencia del Bansander. Don Leopoldo era un hombre muy alto que rebosaba
buena educación de la cabeza a los pies. Y, no sé, puede que hiciéramos
referencia a Estrellita Castro, a la que yo acababa de saludar amablemente poco
antes justo en la puerta del Hotel Biarritz, en Manuel Laraña. Antonio Burgos
se merece, no un homenaje, sino que le repiquen las campanas del Ayuntamiento,
con el permiso de Zoido. Mi enhorabuena, maestro.
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