Los hosteleros de la zaragozana
Plaza del Pilar se quejas de que el traslado de los Juzgados ha supuesto una
merma importante en sus ingresos. Puede ser. Pero a mi entender son ellos, los
hosteleros, los que han matado la gallina de los huevos de oro. La Plaza de las Catedrales es
el lugar al que acuden todos los turistas que visitan Zaragoza. Y al mediodía
es difícil pasar por la acera de “Las Palomas”, que tiene un escaparate lleno
de viandas para tomar en autoservicio. Otra cosa es que, los que observan desde
la calle, entren y llenen la andorga. Las cafeterías y bares de esta Ciudad,
más aún los del Casco Viejo, son lumbre. Te meten unos palos que te dejan
tieso. Y eso no tiene nada que ver con el traslado de los Juzgados sino con
unos tipos que van de liberales pero que no se resignan a tener pérdidas en el
negocio. Ninguno de esos establecimientos está a la altura de “Le Fouquet’s” en
los parisinos Campos Elíseos o del “Cafe
A Brasileira”, de la Rua
Garret lisboeta. Ni siquiera del “Café Comercial”, de la
madrileña Glorieta de Bilbao. Algo parecido sucede con los taxis. Como
se te ocurra tomar uno de ellos en la Estación de Delicias, portes dos maletas y sea en
hora nocturna o en fin de semana, te
aplican la “tarifa 2”,
más un recargo por parada en estación, más un recargo por maletas, más la
bajada de bandera, que no es que haya que ponerse firmes mientras un corneta
interpreta un toque de atención, sino que te dejan más seco que la mojama, que
aquella mojama que vendía un tipo flaco como la espina de Santa Lucía en la
sevillana calle de San Eloy, en la bodeguilla que existía frente al Bar Iruña en aquellos ya lejanos tiempos
en los que yo anduve por allí a pupilaje. Pues bien, como resulta que la Plaza de las Catedrales, donde
se encuentran El Pilar y La Seo
separados por la estatua de Goya, es por donde asoman los turistas de un solo día,
porque Zaragoza es una ciudad de paso, se les suele aplicar el sistema
tarifario que se aplicaba en las cantinas de estación a aquellos clientes que
el camarero que les atendía no iba a volver a ver en tu vida. Pero, vamos a
ver, de acuerdo que ya no están los Juzgados, que se los han llevado a
Ranillas. Pero sigue estando el Ayuntamiento, la Delegación del Gobierno
y un rabo de oficinas, bancos y agencias
de seguros. A una mala, esos empresarios hosteleros siempre tendrán la opción
de mudar de sitio e instalar su negocio en la semiabandonada zona de la “Expo”,
o sea, donde han ido a parar los Juzgados. ¿No será que sus tarifas son excesivamente
elevadas en tiempos de crisis? Porque los funcionarios de los Juzgados la están
sufriendo tela marinera. También los hosteleros, todos a una, podría atravesar
la cercana Plaza del Pilar y tratar de entrevistarse
con Belloch para pedirle que les reduzca las tasas municipales; o bajar los
precios de las consumiciones, que sería lo normal en estos tiempos. Y ya
puestos a hablar de ingresos, en buena ley también sería necesario conversar
con los trabajadores por cuenta ajena, o sea, con los camareros de tales
establecimientos, casi todos sudamericanos, que echan más horas que el reloj a
cambio de unos salarios de pena.
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