Me parece una excelente idea que
una ley prohíba las aceiteras rellenables a partir del uno de enero. Los
conocidos convoyes sólo se podrán seguir utilizando en los domicilios
particulares donde ya sabe uno lo que compra. Pero pediría el mismo trato para
la mayonesa, la mostaza, el ketchup y en vinagre, como ya hacen algunas
empresas de comida rápida. Ya va siendo hora de que comamos y bebamos con una
cierta garantía. Los vinos a granel, los vermús caseros (que no suelen ser caseros)
y los aguardientes gallegos de “dudosa” procedencia podrían ser el siguiente
paso en la exigencia del cliente de hostelería. Pero, claro, una cosa son las
botellas irrellenables y otra muy distinta los productos que se utilizan en las
cocinas de esos establecimientos. Por ejemplo, nadie, que yo sepa, sabe con qué
aceite se han frito unos huevos, con qué mayonesa se ha confeccionado la
ensaladilla rusa o qué vino sirven cuando pedimos un chato “de la casa” en la
barra de un bar. Y en las pastelerías sucede algo parecido. Solamente los
tocoferoles naturales y los esteres de ácido ascórbico están permitidos en todo
tipo de alimentos, de acuerdo con el R.D. 147/97 de obligado cumplimiento desde
el 25 de marzo de 1997. Pero, ¿quién controla las churrerías? Me refiero a esos
garitos de feria que se instalan en
determinados solares de las ciudades y que nunca sabe el cliente cuántas veces
se recalienta el aceite de las freidoras. Se supone que los ayuntamientos que
concedieron los correspondientes permisos, pero dudo de su eficacia en el
seguimiento. Por otro lado, se sabe que el 80% del aguardiente que se produce
en Galicia es ilegal. No lleva etiqueta y se sirve como aguardiente casero,
pero no son tal, sino productos de laboratorio, en general diluciones, no
destilaciones. Y así todo. Que nadie olvide la primavera de 1981 y el
envenenamiento masivo por el consumo de aceite de colza desnaturalizado vendido
en garrafas en distintas partes de España. Murieron familias enteras. Pero
ninguna de ellas era adinerada. Con la comida no se juega. Con la salud,
tampoco.
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