Wert ha tenido que recular con
los recortes en las becas Erasmus, como no podía ser de otra manera, pero los
estudiantes siguen molestos con uno de los peores ministros de la democracia. El
Partido Popular calcula, quien calcula compra en Sepu, que la Monarquía cuesta 0’17
céntimos de euro a cada español. Claro, el PP echas las cuentas sobre una
partida de 7’78 millones, que es la prevista en los Presupuestos Generales del
Estado para 2014. No me extraña que este país vaya sin rumbo si todos los
cálculos se hacen de esa guisa. Dentro de La Zarzuela existen otros
muchos gastos (yo diría que hasta un monto próximo a los 20 millones) con cargo
a distintos ministerios y, también, a Patrimonio Nacional, como ha supuesto
hasta ahora el mantenimiento del yate “Fortuna” y todos los costes que llevará
aparejado el despido de la tripulación. Ignoro lo que costaría el mantenimiento
de una República. Supongo que mucho pero, al menos, los ciudadanos podríamos
votar al Jefe del Estado por un periodo determinado de tiempo y se suprimirían
automáticamente los títulos nobiliarios. Por todos es sabido que, hasta hace
relativamente poco tiempo, la cuerda de trenzado estaba en poder de una Iglesia Católica con olor a naftalina y de una
nobleza zafia, cuya única virtud consistía en haber heredado tierras. Ahora ya
no es así. Ese poder inmenso recae sobre los oligarcas de los dos partidos
políticos en alternancia, manejados a su vez como títeres por los dueños del
dinero. A mi entender lo de menos es la forma de Estado. Si echamos la vista
atrás, la II
Restauración borbónica no ha salido mal del todo, como
algunos nostálgicos de la
Dictadura vaticinaron. Lo que de verdad interesa al ciudadano
es la posibilidad de que existan listas abiertas a la hora de votar en las
urnas a nuestros representantes en la Cámara
Baja; que no se aplique una Ley D'Hondt que
beneficia descaradamente a PP y PSOE; que la Cámara Alta y las diputaciones
provinciales desaparezcan de una vez por todas; que los dos partidos en alternancia no nombren al Fiscal General del Estado, a
los magistrados del Supremo, del Tribunal Constitucional y a los componentes
de Consejo General del Poder Judicial;
que se agilicen y abaraten los procesos en los Juzgados; que no se juegue desde
el Gobierno miserablemente con las pensiones de jubilación; que exista una
buena red de hospitales de titularidad pública; que no se bajen los salarios de
los trabajadores como consecuencia directa de no poderse devaluar la moneda;
que se deroguen los acuerdos Iglesia-Estado de 1979; que se hagan unos planes
de enseñanza consensuados y que duren al menos una década; que se obligue a la
banca privada y a las cajas de ahorro a hacer frente a los resultados de su
buena o mala gestión, como sucede con cualquier otra empresa; etcétera. Que yo
sepa, nadie ha rescatado a Pescanova ni a
Fagor ni a la
Compañía Roca Radiadores, pero la banca y las cajas ya han
recibido 115.000 millones de euros a través del FROB sin saber si los
devolverán o, como se intuye, los pagaremos todos los ciudadanos. Aquí se hizo
una modificación exprés de la
Constitución (apartado 3º del artículo 135) en 2011 (la
anterior, de 2009, consistió en añadir el indeciso “y pasivo” en el artículo
13.2) con los votos del PP y del PSOE, sin
tener en cuenta que una cosa es establecer que la Administración Pública
no pueda tener el déficit estructural que soporta y otra muy diferente realizar
una cesión plena de los derechos de los españoles a los acreedores extranjeros.
Ningún acreedor puede forzar a un Estado a pagar su deuda soberana. Otra cosa
es la pérdida de credibilidad de aquel Estado que impaga. Pero aquí se ha convertido
la deuda en Deuda Senior. Eso quiere decir que, en caso de falta de
liquidez, antes se atenderá al pago de
los intereses y el capital de la deuda pública que el pago de pensiones,
seguros de desempleo, devoluciones de IRPF, pago de sueldos a
funcionarios, etc. O dicho de otra manera: antes cobrará un taxista alemán
tenedor de bonos que el jubilado español. Se ha entregado España a los
acreedores alemanes y ese es el meollo el asunto. Y tal reforma constitucional
se hizo en verano y con cierto sigilo informativo por parte de los informadores
del pesebre. Por esa razón, ni Rodríguez Zapatero ni Mariano Rajoy merecen mi
respeto. Ambos son los verdaderos responsables de la anómala situación en la
que nos encontramos y del sufrimiento endémico que padecemos. Una España sin
soberanía, cuando la soberanía reside en el pueblo como reza la Constitución, dista muy poco de ser un Estado fallido. Y eso es lo verdaderamente inquietante.
No hay comentarios:
Publicar un comentario