No está mal del todo eso de
mandar mensajes en los billetes de banco, como el aparecido en uno de cinco
euros: “Señores Políticos (faltan dos puntos) como sé que, antes o después,
este billete terminará en sus manos, vayansé (sic) a la mierda!!”. Lo que pasa
es que esos billetes con mensaje, si son de cinco euros, sólo llegan al tendero
de la esquina, al que le importa un pimiento lo que pone en él. Si es de curso
legal, lo acepta y punto. Ya se encargará el Banco de España de retirarlo de la
circulación tan pronto como caiga en sus fauces. También podría acontecer que
tal billete acabase en manos de un grafólogo y que éste, a falta de tener
mejores cosas que hacer, analizase la letra en un intento vano de extraer
conclusiones sobre el carácter de la persona que lo escribió. A mi modesto
entender es letra redondeada, como de mujer dolida, no sé si además de deprimida y dipsómana, por los sacrificios a
los que se ve forzada a hacer en la cesta de la compra. Escribe “señores políticos” con letras mayúsculas,
como si éstos pelafustanes de la cosa pública fuesen el “sursum corda” a
quiénes debemos pleitesía por el simple hecho de haber ido en la lista cerrada
de una vergonzosa oligarquía de partidos. Si esa supuesta señora, la apócrifa autora
del mensaje, leyese la revista “Forbes”, que no lo creo, sabría que por arriba
del “Sursum Corda”, y ahora ya me permito escribirlo con mayúsculas, “hay tres
líderes de las potencias económicas mundiales, por abajo los empresarios
millonarios que han cambiado nuestro estilo de vida”, como afirma Guillermo
Gazanini Espinoza en su blog al hacer referencia al actual Papa. Y a un lado de
este tinglado mefistofélico, fuera de cuadro, aparece un obispo despilfarrador:
Franz Peter Terbatz-Van Elst, obispo de Limburgo, que es la otra cara del mismo
espejo en el que asoma el humilde Francisco. ¡Qué desdicha tan grande!
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