Es curioso, muy pocas personas
saben utilizar la pala de pescado, ese cubierto de lengüetilla ancha, sin filo,
colocado a la derecha del plato y que su
misión es la trocearle, quitarle las espinas y que nunca debe llevarse a la
boca. Sin embargo, en este país todo ciudadano entiende de vinos. No es que
hayan hecho cursos de sumilleres ni nada por el estilo. Lo que sucede es que,
mientras la esposa camina por los diversos
puntos de las grandes superficies en busca de aquello que necesita para
llenar la nevera, el marido concentra toda su atención en la sección de vinos.
Y frente a las estanterías de las botellas puede quedarse ensimismado, como en
éxtasis, contemplando las diferentes denominaciones de origen, observando las botellas
y leyendo lo que indica en su etiqueta de la parte trasera cada una de ellas.
Después de haber satisfecho esa rara curiosidad, a todos los hombres, sin
excepción, se les queda cara como de
entender de crianzas más que don Luciano de Murrieta, o que don Camilo Hurtado
de Amézaga, marqués de Riscal, que tanto da. Y a la menor ocasión, sin que les
pidas opinión, te sugieren qué vino debes tomar con los arroces, con las
legumbres o con los estofados, que copa debes usar y a qué temperatura debes
llevártelo a la boca. Son sumilleres teóricos, sin escuela y sin prueba de cata
en vista, olfato, gusto y tacto, y que no han pasado del vino peleón de la
taberna; pero, eso sí, dotados de gran capacidad de convicción con el lego “gourmet”
que con poco se conforma, y que conocen al dedillo los collarines y etiquetas,
la clase, volumen y graduación alcohólica, el lugar de procedencia y el
criterio de selección de uva para hacer un “coupage” equilibrado con garnacha y
monastrell, o con graciano y tempranillo, así como la lista de buenas añadas.
Por cierto, hoy he probado por primera ver un “Portalet” tinto (2012), D.O.
Calatayud que produce y embotella
Bodegas Langa Hermanos. Lo peor, a mi entender, es que tiene 14’5 grados,
excesivo para ser tomado en una comida. Lo mejor, su acertado maridaje entre
garnacha y tempranillo y la delicadeza en su etiquetado. Le auguro un gran
futuro.
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