La periodista Pilar Urbano está
en su derecho de pedir públicamente que se desclasifiquen los documentos
oficiales del 23-F, como señala en El Mundo: “Cantera legítima para quienes
queremos historiar nuestro pasado reciente, sin hermetismos ni opacidades”. La nueva
monja de las llagas laica (esa especie de sor Patrocinio, que de soltera, o
sea, antes de casarse con Dios, se llamaba María Josefa Quiroga Capopardo y llegó a ser abadesa dentro de la Orden de las Concepcionistas
Franciscanas), podría ya de paso pedir la desclasificación de los papeles del
Opus Dei y su relación directa con los tecnócratas de camisa blanca del
franquismo, es decir, los “López”. Y aprovechando que el Bernesga pasa por
León, que se pudiera también explicar a todos los españoles la procedencia del
dinero con el que se levantó Torreciudad, en el municipio oscense de Secastilla
y junto al pantano de El Grado, donde casi nadie conoce lo que hay dentro.
Pilar Urbano no usa mitones negros, como sor Patrocinio, ni sufre llagas en su
cuerpo. Tampoco cambia gobiernos. La nueva monja de las llagas laica sólo
pretende la indisposición de los ciudadanos hacia la figura del rey don Juan
Carlos, al que han colocado el cilicio que deberían haber puesto en sus propias
carnes, además de colocar quimeras de mal gusto en las estanterías de los
grandes almacenes con intención de hacer labor de zapa y, de paso, tratar de
vender muchos volúmenes llenos de inexactitudes, a ser posible tantas ediciones
como las que lleva el librito Camino, a mayor gloria de la Obra de san Josemaría, Obra a
la que supongo verdadera beneficiaria de los derechos de autor. Ya saben: calumnia, que algo queda.
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