Si resulta una vergüenza que las
mujeres trabajadoras ganen en España una media del 18 por ciento menos que los
hombres, según el último estudio comparativo de la Unión Europea, ahora aparecen
unas declaraciones en los medios de Mónica Oriol, presidenta del Círculo de
Empresarios, donde plantea rebajar el salario mínimo interprofesional a las
personas sin formación. Su justificación: “hay que dar trato desigual a
formación desigual”. Según leo en El País, “se trata de sacar a los ‘nini’ del
limbo en el que viven”. De paso, Oriol ha apostado por una segunda reforma
laboral “que aproxime el coste de despido a la media europea, que está en 18
días por año trabajado”. Lo que no cuenta esta dama de baja cama es que, por
ejemplo, el salario mínimo en Francia es de 1.400 euros mensuales y en España
de 650. No se puede ni se debe sacar a los ‘nini’ del limbo para
buscarles acomodo en el infierno. Pretender, como pretende Oriol, “que se
permita a las empresas contratar a muchachos sin cualificación con un salario
inferior al marcado en convenio colectivo, hasta que ‘produzcan’ lo que
cobran”, es un disparate. ¿Cuándo para ese supuesto empresario el muchacho en
cuestión tendría un rendimiento suficiente? ¿Qué significaría para el
contratador la palabra ‘suficiente’? No
descubro nada nuevo si afirmo que el contratador lo que desea es mucho
rendimiento del contratado a cambio de un salario de limosna. Para su
regulación, también para evitar abusos, ya existen los convenios colectivos,
establecidos por grupos funcionales, donde a cada grupo funcional corresponde
un estipendio. Es evidente que a menor salario también se debe exigir menor
responsabilidad. Pero aquí lo que habría que determinar es cuánto pretende
Oriol que pudiese recibir alguien que estuviese por debajo del SMI.
¿Cuatrocientos euros? ¿Trescientos cincuenta? ¿Trescientos?... Hombre, cualquier
cifra siempre les parecerá excesiva. Mejor nada, que trabajen para el inglés y
que así vayan haciendo méritos. Que es como decirle al miniasalariado que “así
escarmentará”. Pero, ¿de qué tiene que escarmentar la criatura? Esta espiral
neoliberal nos puede conducir en el
convoy más rápido hasta un espejo en el que nos veamos reflejados en el
escenario más sórdido de las novelas de Van der Meersch. Por algo Mónica Oriol
es biznieta del fundador del Talgo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario