A fecha de hoy, al ciudadano
corriente sólo le interesa qué tiempo hará en la Semana Santa. Le
trae al pairo que salga Arias Cañete de Agricultura y lo facturen para Bruselas
a gastos pagados, que haya crisis de Gobierno o que “el lento saneamiento de la
banca frene la recuperación en España”, como señala el FMI y cuenta El País en
sus páginas a sus lectores. Hay que salir con el utilitario camino de cualquier
sitio, ¡qué más da dónde!, quemar gasolina y hacer kilómetros por carreteras
secundarias por ver una Pasión viviente en un pueblo olvidado, o comprobar in
situ el aseo con el que tocan el bombo en el Bajo Aragón, o sencillamente
volver al pueblo de la niñez y poder hablar con los pocos conocidos que van
quedando. La cosa es salir de la ciudad y dejar sitio a otros que, de igual
manera, vendrán procedentes de otros lugares y darán una inyección a los
hosteleros. Algunos, como en mi caso, seguiremos haciendo la vida de siempre;
es decir, escribir, leer la prensa,
sacar al perrillo, hacer el crucigrama concurso del “Quiz”, tomar alguna caña
en oferta y comprar en el Mercadona los
artículos de consumo diario. Eso de los tambores, los encapuchados y las peanas
de cristos con mucha sangre, el dolor por los siete puñales en el pecho de la Dolorosa y el olor a
incienso y a caries de sacristanas no va conmigo. Respeto a aquel que le guste,
como le pasaba a Garmendia, el autor de “La taberna de El Traga” que, cuando le
hablaban de la Navidad,
siempre decía: “A mí me gusta cuando lo matan”, refiriéndose a las procesiones
de Sevilla. Quedan pocos días para que asome por los cerros la primera luna
llena del equinoccio de primavera y comience la tragedia de Jesús ante Pilatos
y lo que vino después, que no fue poco. Es la Pascua de los judíos pero al estilo español, es
decir, con el esperado Mesías ya
crucificado y con tallas sobre peanas alegóricas de esa Pasión por los
empedrados de los cascos viejos de todas las ciudades, con más cornetines, más
tambores, más peinetas sobre cabezas de manolas y más clamor y murga. ¡Y qué bien de mal lo
pasan los turistas contemplando el espectáculo! Y del fondo de una calle sale
el “sonío” ronco en la voz de Manolo Caracol: “Quién te puso salvadora/ que
poco te conocía. / El que de ti se enamora/ se pierde “pa toa” la vida…”. Por
favor, camarero, un aguarrás con unos cubitos de hielo.
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