La prepotencia demostrada por
determinados militantes, muchos de ellos con cargos de importancia, del Partido
Popular es manifiesta. Esperanza Aguirre, presidenta del PP madrileño ha
cometido esta tarde una presunta falta grave de desprecio a la Autoridad. Al estar mal
aparcada en la madrileña Plaza de Callao, una pareja de la policía local le ha
solicitado la documentación y el permiso de conducción para proceder a
multarla. Pero ella quería marcharse de rositas y, al no conseguirlo, a mitad del
trámite arrancó su vehículo y derribó la moto de uno de los agentes. Varios
coches de la Policía Local
la siguieron hasta su domicilio y Aguirre hizo caso omiso a los agentes que le
ordenaban que parase de inmediato, hasta llegar al garaje de su domicilio y
encerrar el coche. Al poco, aparecieron dos guardias civiles, que custodiaban
su vivienda y pretendieron que los agentes de la Policía Local que la perseguían
hiciesen un “parte amistoso de accidente”, pero ellos, con dignidad demostrada,
se negaron, pero no consiguieron que la
Dama de Bombay saliera de su domicilio ante los
requerimientos de los agentes. Según cuenta El País, los agentes “se fueron a
la mutua laboral para ser atendidos por una crisis de ansiedad. A continuación,
se han dirigido a la comisaría a denunciar los hechos”. A mi entender, los
miembros de la Guardia
Civil que custodian su vivienda deberían haberse puesto al
lado de la Ley, en
este caso de los agentes de la Policía Local,
ayudándoles en el ejercicio de su trabajo. No fue así y, en consecuencia,
pediría para ellos que fuesen expulsados del Cuerpo por ese, a mi entender,
acto de negligencia. Y ahora viene la pregunta: ¿De haber sucedido esos hechos
con un ciudadano del común, no hubiese sido detenido de inmediato? ¿No se le
hubiese hecho la prueba de alcoholemia? La Justicia debe ser igual para todos. Aquí no caben
fisuras. De ser cierto lo ocurrido con Esperanza Aguirre, como primera medida, esa
señora, por llamarle de alguna manera, debería dimitir de su cargo político de
inmediato. Además de ello, debería ser procesada por una falta grave de
resistencia a la Autoridad. Esperanza
Aguirre está acostumbrada a las huídas de estampida, como ya se pudo comprobar
en Bombay en 2008, cuando salió corriendo del hotel en el que se alojaba ataviada
con unos ridículos calcetines, amilanada por un ataque terrorista y dejando
atrás parte de la comitiva de eurodiputados que la acompañaba, entre ellos el
director de la delegación, Ignasi Guardans. Además, esa señora es gafe. Y ya
sabemos lo que sucede con los gafes, que las malaventuras sólo se producen en
aquellos que les acompañan. Ellos, los gafes, siempre salen indemnes ante
cualquier situación desafortunada. Pues bien, si ridícula fue la espantada en
Bombay de esa discípula aventajada del Capitán Araña, más chocarrero fue el
accidente de helicóptero en el ruedo de la plaza de toros de Móstoles el 1 de
diciembre de 2005, al intentar tomar altura con 159 kilos de sobrepeso. En
aquella ocasión, con aquel vuelo frustrado, más propio de unas viñetas de
Roenueces y del mago Don Pirulo que de un acto político serio, a punto estuvo la Dama de Bombay de
“estontonar” (como dicen los de Zamora) a Mariano Rajoy; al que, desde
entonces, se le ha quedado cara de julepe.
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