Pascual Miguel ha recopilado un
extenso rol de agravios que se decían en Aragón. Uno de ellos es el de
“tontolaba”. Señala Miguel, en una entrevista que le hace Joaquín Carbonell en
El Periódico de Aragón, que tontolaba “viene de la famosa costumbre de los
roscones, que contenían un haba. Al que le tocaba el haba, tenía que pagar el
roscón”. Si aplicamos ese antiguo arte del escarnio al resto de los españoles,
no sé de qué manera nos llamarán los políticos que conforman el gobierno Rajoy,
si tenemos en cuenta que a todos nosotros nos tocará pagar el “roscón” de ese
dinero prestado a los bancos y cajas de ahorro por el FROB y que ya sabemos que
nunca devolverán. No es lo mismo pagar un roscón que hacernos cargo de una
deuda de 36.000 millones de dinero público, o sea, el grueso del dinero
entregado en el rescate. Aquí el haba del roscón tiene su importancia. Las
cajas de ahorro quebradas recibieron 61.366 millones, cantidad de la que los
contribuyentes hemos puesto 53.482 millones (incluidos los de la troika). Los
otros 7.884 millones los aportaron las entidades financieras a través de los
Fondos de Garantía de Depósitos. Ojalá sólo fuésemos unos “tontos del haba”.
Algunos intelectuales de secano entienden que los tontos del haba fueron los
hermanos de las Cofradías de las Ánimas de la Puebla de don Fadrique, en la provincia de
Granada, que tomaron para sí una broma que traían las quintas de los Tercios de
Flandes. Por Navidad se confeccionaba un roscón con un haba dentro. Y al que le
salía era nombrado tonto del haba durante unas horas, tiempo durante el que
podía mandar a su antojo. Pero ese no es nuestro caso.
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