Ya hay concursos para todos los gustos. De hecho, el próximo
sábado tendrá lugar en el municipio de Tabuenca (Zaragoza) el X Concurso de Comedores de Albóndigas,
la ya famosa “albondigada”. El primer premio: 500 euros, estuche de vino y
diploma de participación. El récord
actual está en 100 albóndigas de 25 gramos cada una, y se
estableció el pasado año sin que el tripero ganador, Sergio García García, vecino de La Muela, que después se bebió un pacharán, reventase como un butrino. Según leo en el diario Heraldo de Aragón, esas albóndigas (cocinadas por el Restaurante Las Ruedas) “están
elaboradas a base de magro de cerdo, harina de soja, pan rallado, pimienta
negra, sal, ajo, perejil y algunos conservantes y antioxidantes". Según las bases del concurso, "los
participantes, que no podrán abandonar la mesa a no ser que se retiren,
dispondrán también de agua, cerveza, vino y tomate frito para facilitar su
ingestión, aunque su consumo no será obligatorio durante la prueba". Ignoro
si los tragabolas participantes se entrenarán en el food de Ikea (la cadena
escandinava de muebles listos para montar pero que no hay dios que los monte
como te dejes un tornillo sin meter en su oportuno agujero), todos los viernes
del año, aprovechando que ese día la cadena practica un 15 % de descuento a los productos
de comida, siempre que el cliente sea socio de Ikea Family. ¡Hay que ver lo que saben estos suecos! Los
entrenamientos también pueden hacerse con las grösaksbullar, o sea, las albóndigas vegetarianas, las kycklingköttbullar,
que son albóndigas de pollo, las köttbullar, que son albóndigas
congeladas, o las köttbullar med
potatismos, que son albóndigas de carne con puré de patatas. En Ikea, además del bricolaje y de poder comer, o comprar
comida para llevar a casa, se aprende mucho con el idioma. No es difícultoso.
Todo es cuestión de poner muchas veces la letra K, la letra T dos veces
seguidas en medio de las palabras y la diéresis sobre las oes, como hacemos en
España cuando escribimos pingüino o vergüenza. Bueno, dice que no es
dificultoso un conocido mío, Geroncio
Sobregués, sobrestante de la
Renfe, que es capaz de hacerse una ensalada con las hojas y
tallos de las cardincheras y que si le invitas a comer, ya has plegado. A mí sí
me parece complicado ese idioma, pero no se lo digo a Geroncio por evitar
comentarios que no conducen a nada.
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