Que un tipo haya rociado a los clientes de un bar de copas
zamorano con un extintor de polvo no deja de ser un hecho lamentable. Una
gamberrada propia de un descerebrado. Más todavía si tal acción se comete, como
así ha sucedido en la Ciudad
de doña Urraca, a las 4’30 de la
madrugada. Lo que tampoco se comprende es cómo un bar de copas permanece
abierto al público a esas intempestivas horas. Es peor, sin embargo, lo que
acostumbra a hacer otro zamorano desde hace bastante tiempo. Sin mejor cosa que
hacer, se dedica a poner alfileres dentro de trozos de salchichas y dejarlas
por el césped de los parques públicos para que los perros se los coman y mueran
con atroces sufrimientos. Si el primero de ellos es un tipo que no tiene dos
dedos de frente, el segundo es un malnacido. La maldad humana no tiene límites.
Sólo hay que ver lo que en Tordesillas (Valladolid) hacen con el toro de la
vega, o lo que en Manganeses de la
Polvorosa hacían hasta 2002 con una cabra, tirándola los
quintos desde el campanario y esperando que el resto de los mozos de ese pueblo
la recogieran antes de que se estrellarse contra el suelo, para amenizar las
fiestas patronales y para regocijo de los presentes. Ya su escudo denota la
obsesión por las cabras, si tenemos en cuenta que ese broquel heráldico,
aprobado por la Diputación
de Zamora en 1997, está partido en dos: el primero de plata y rama de palma de
gules, y segundo, de gules torre de Iglesia surmontada de cabeza de cabra, todo
en plata. Al timbre, Corona Real cerrada. Pues bien, la fiesta de san
Vicente Mártir sigue celebrándose a finales de enero, pero ahora la cabra
sólo se pasea por el pueblo por unos “quintos light” que ya no son llamados a
filas ni temen, como sucedía antaño, que en el sorteo de la Caja de Reclutas puedan ser
destinados a África. La canción “tengo un hermano en el Tercio / otro tengo en
Regulares / y el hermano más pequeño, / preso en Alcalá de Henares” ya no dice
nada a las nuevas generaciones; y la otra,
“los quintos de la perrera, / la borrachera, / la perdición…”, tampoco.
Ahora son los subsaharianos los que llegan aquí en peores condiciones, en busca
de un mundo menos hostil. Lo malo es que no lo encuentran. En fin, esperemos
que la Guardia Civil
dé con el canalla de los alfileres y lo lleve ante el juez. Y que el juez sea
amigo de los perros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario