El pasado día 25 de julio, bajo el título “El agujero de Rudi”, escribía un chat en el que venía a decir que se
había detectado en la DGA
un agujero de 570 millones de euros, de los que 351 pertenecen a la consejería
de Sanidad, y de ellos, 50 a nóminas. De la misma
manera, en Educación existía otro agujero, también correspondiente a nóminas de
otros 50 millones. Ahora –señalé entonces- se entienden las prisas de Luisa Fernanda Rudi de vender inmuebles
con urgencia. Lo malo es que, de momento, no existe comprador. Curiosamente,
apenas una semana antes de la fecha de aquel escrito, Rudi se había
entrevistado en Calatayud con 60 alcaldes de la provincia de Zaragoza, todos de
la cuerda, y les decía que “para las elecciones generales tenemos que recuperar
a quienes confiaron alguna vez en nosotros y demostrarles que pueden volver a
hacerlo”. Para mayor abundamiento, la expresidenta de Aragón incidió en que “el
esfuerzo compartido no puede ser malbaratado y dejado en manos del populismo”.
¡Ya salió la alargada sombra de Podemos! Pues bien, entonces también señalé que
podrían salir más “pufos” cuando se mirase debajo de las alfombras, es decir,
cuando se hiciese una seria auditoría. A día de hoy, El Gobierno de Aragón ha
fijado en unos 800 millones de euros el desfase presupuestario de la Comunidad, en palabras
de Vicente Guillén, consejero de
Presidencia. Dicho en cristiano: en Salud hay 700 millones de euros de desfase,
de los que 338 corresponden a farmacia y 83,7 al capítulo 4; en Educación,
65 millones en el capítulo 1 (gastos de personal); 15,4 millones de la
educación concertada; y, en Servicios Sociales, 16,5 millones en dependencia.
Pero no pasa nada. A Rudi la premiaron
con un escaño en el Senado para seguir aforada y cobrando del Erario
Público a falta de mejor cosa que poder mangonear a su antojo; Javier Lambán tendrá que bailar el
tango “La noche triste” con la más
fea; y los ciudadanos, impasible el ademán, permaneceremos atentos a lo que
suceda en un escenario de cuchitril donde se representa una obra que no
entendemos ni nos divierte, conscientes los espectadores de que la democracia
nada tiene que ver con Stanislavski, el
tocino con la velocidad y el culo con las témporas.
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