Esta mañana de domingo he estado en La Lonja de Zaragoza visitando
una exposición fotográfica de Nicolás
Muller, judío húngaro que residió en España desde 1947 y falleció en
Asturias en 2000 a
los 86 años, después de haber pasado por Francia, Portugal y Marruecos. Un
fotógrafo excepcional que estuvo a la altura de Brasaï, Munkácsi, Kertész, Collar, Whelan y Friedmann (Robert
Capa).
Impresiona
la foto de Ortega muerto, plasmó al burgués Azorín de paseo, obtuvo una
bella foto del insociable Pío Baroja en un vagabundeo
solitario por El Retiro madrileño y retrató a un C. J. Cela con rostro afilado y
sereno. Y también, cómo no, supo reflejar aspectos irrepetibles de una España
profunda que sólo entendía de cartillas de racionamiento, amante de los
festejos populares con desechos de tentadero y respetuosa en las procesiones de
Semana Santa, en las que no podían
faltar tenientes coroneles ganadores de una guerra, colmados de entorchados y
reunidos en un receso litúrgico, ni la pareja de la Guardia Civil, de tricornio,
barbuquejo y naranjero, controlándolo todo; o el gobernador civil leyendo un
discurso ante unos tipos que mataban el hambre a fuer de peroratas salidas de
la boca de un estómago agradecido y jefe provincial del Movimiento. Muller convirtió
su estudio fotográfico de la madrileña calle de Serrano en un lugar de reunión
de tertulianos. Por aquella “rebotica” pasaron todos los intelectuales de La
Revista de
Occidente. La cámara de fotos fue el mejor notario de su tiempo, tanto en
España, como en Hungría, de donde tuvo que marchar por el acoso de los nazis,
como en Tánger (donde hizo amistad con Fernando Vela, secretario de Ortega), en Marsella y en Oporto, de donde salió
tarifando por orden de Salazar. La fotografía en aquellos tiempos no tenía
gran valor artístico. Menos mal que se han conservado miles de clichés. En 1966
se editó España clara,
donde sus
fotos se acompañan de textos de José Martínez Ruiz. Y en 1968 aparecieron
otros seis volúmenes: Cataluña, con
textos de Dionisio Ridruejo; Andalucía, con prosa de Fernando
Quiñones; Baleares, con Fernando Villalonga; Canarias, con Federico Carlos Sainz de Robles; País Vasco, con Julio Caro Baroja; y Cantabria, con Manuel Arce. Una exposición interesante que merece una visita.
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