Se
ha muerto el cantautor sevillano Benito
Moreno en San Juan de la Palma y nos ha dejado esta España con olor a
pueblo hecho unos zorros. Su “ra, ra, ra”
se hizo famoso en el programa “El
Larguero”. Le habían quitado un pulmón y un riñón y aún así duró cuatro
años. También pintaba muy bien y escribía poemas. Un día cogió la maleta, se
marchó a Francia y allí conoció a Christiane
Decaillet, una francesa nacida en Argelia a la que hizo compañera de vida. Ella falleció
hace unos años y Benito Moreno le dedicó su libro “Poemas de amor” que le editó el librero José Manuel Padilla. En aquella librería también expuso dibujos y
óleos en 2016. Antonio Burgos le dedica hoy un elogio funeral (“El lobito está llorando”) en su columna de ABC de Sevilla. Y cuenta que “Benito había
nacido en el corazón de la calle Feria, en la Plaza Mengíbar. Su padre, José Moreno, era retocador de
fotografías, iluminador: coloreaba las del blanco y negro; a aquellos retratos
de soldados les ponía el caqui del uniforme y el rojo del borlón del gorrillo
cuartelero”. (…) “El padre de Benito era un artista, casado con Beatriz Hurtado, una paradeña, la
primera admiradora de sus hijos en aquella familia de artistas: ‘Ay, mi Josele,
la gracia que tiene; ay, mi Maxi, lo bien que dibuja; ay, mi Benito, lo bien
que canta’, le contaba a quien se acercaba a la calle Niebla y por la ventana
de su piso bajo le compraba cerveza o un bocadillo, en la tienda que había
improvisado en su salita de estar”. Curiosamente Benito se había criado en La
Encarnación pero más tarde se trasladó a Los Remedios, donde su madre tenía su
“colmadito”, más que para hacer negocio para salir del paso, que no es poco.
Ambos lugares, curiosamente, fueron para mí de gran importancia durante mi
última estancia sevillana por cuestiones de trabajo. Cerca de La Encarnación, en
la calle Imagen, tuve la tarea; y en el número 36 de la calle Niebla, mi albergue.
Sevilla es una pañolón de mujer de bien siluetada figura.
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