lunes, 21 de mayo de 2018

Birlibirloque



Lo bueno de que un arabista haya conseguido un sillón en la Real Academia, como es el caso del doctor en Filología Semítica Federico Corriente, es que los “profanos” en la materia podemos entender de dónde vienen frases o vocablos que se dicen en el lenguaje coloquial, verbigracia, birlibirloque, “probablemente abreviado del trabalenguas 'beylerbeyilik buyuruklari(yla) cuya sorprendente traducción sería por orden del gobierno”. O sea, que lo que se plasma en el BOE tras un Consejo de Ministros se hace por arte de birlibirloque. Claro, así pasa lo que pasa. Por birlibirloque sólo se sube a los pensionistas el 0’25 por ciento cada año; por birlibirloque se va a seguir aplicando en Cataluña el artículo 155 de la Constitución; por birlibirloque se permiten los desmadrados alquileres actuales derivados de aquella trasnochada Ley Boyer; por birlibirloque el Gobierno no publica el nombramiento de los consellers presos y en la diáspora en el BOE; por birlibirloque se manipula la televisión pública a mayor gloria del gallego; etcétera. Como bien señala Jesús Cacho, "para Rajoy  el enemigo a batir es Ciudadanos, no Puigdemont y el prusés. Se avecina una guerra muy cruda entre un partido que sigue contando con enormes recursos dinerarios y mediáticos y el joven e inexperto candidato a desplazarle de la representación del centro derecha español, condición que durante tantos años ha ostentado el PP.  Y al dúo [Rajoy y Sánchez],  siempre según el evangelio de Jesús Cacho,  se le acaba de unir ese gran farsante que ha demostrado ser Iglesias, cuya revolución consistía en comprarse un chalé con piscina en la sierra de Madrid, como cualquier familia acomodada salida de las entrañas del sistema”. Es el arte de birlibirloque. Y por el arte de birlibirloque, por encantamiento, veía José Bergamín la tauromaquia auténtica, siempre pensando en Juan Belmonte. “El arte de Birlibirloque “(1930), reeditado en 2016 por la editorial Renacimiento, reúne tres ensayos: “El arte de Birlibirloque”, que da nombre al volumen, “La estatua de don Tancredo” y “El mundo por montera”, con notas preliminares del propio autor y un epílogo de Azorín, publicado en su día en el diario  ABC. Don Tancredo, ¿de qué me suena?

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