Lo
que está aconteciendo en Toro (Zamora) me recuerda la novela de Gabriel Chevallier, Clochemerle, donde la mitad de los
vecinos de un pueblo se enfrenta a la otra mitad por la instalación de unos
urinarios. Hoy, Lunes de Pentecostés,
los toresanos acuden a una campa próxima a la azucarera donde está situada la
ermita del Cristo de las Batallas,
para celebrar una fiesta campestre. Pero el Partido Popular niega que tal
ermita esté inscrita en el Registro de la Propiedad a nombre del Ayuntamiento
que preside el socialista Tomás del Bien,
al tiempo que rechaza que esa edificación esté incluida en el inventario
municipal. Según el portavoz municipal del PP, José Luis Prieto, “la Corporación confunde la propiedad de la
parcela, que es de titularidad municipal, y la del edificio, es decir la
ermita, que corresponde al Obispado". Algo similar a lo que sucede con la
Colegiata, de titularidad de la Iglesia pero asentada en suelo público. En ese
sentido, El Correo de Zamora señala
hoy que “el portavoz de la formación popular de Toro reclama una vez más al
Ayuntamiento que resuelva el recurso presentado y que si tiene datos que
corroboren esa posibilidad que los pongan encima de la mesa. Esto evidencia,
para José Luis Prieto, que no existe ninguna prueba y que el PSOE, encabezado por
Tomás del Bien, se limita a insultar cada vez que el PP saca un tema”. Y ya
puestos a sacar trapos sucios, Prieto “dice estar harto de escuchar constantes
referencias sobre la poca colaboración de la Diputación de Zamora con
Toro", alegando que "la
Diputación ha habilitado ayudas para la Ruta
del Vino o la apertura de monumentos, ¿cuánto ha puesto el
Ayuntamiento?". En fin, una fiesta que debería alegrar a todos los
toresanos, más parce que los hubiese dividido. Pero no creo que llegue la
sangre al Duero. La verdadera batalla de Toro
fue consecuencia de una crisis sucesoria a la muerte de Enrique IV de Trastámara (hijo
de Juan II con su primera mujer) que
alentó la formación de una coalición, apuntalada por Luis XI de Francia y
encabezada por Alfonso V de Portugal,
que invadió Castilla desde Portugal en apoyo de Juana la Beltraneja, hija de Beltrán
de la Cueva (ya que Enrique IV era un perfecto eunuco, según describe Gregorio Marañón en un serio ensayo) y
con la que el rey portugués se casó en mayo de 1475. Ya
en 1465, con los bandos enfrentados, los nobles rebeldes coronaron al hermano
de Enrique IV (Alfonso) en una
ceremonia que se dio en llamar “la Farsa
de Ávila”. Pero Alfonso murió tres años después. Cuando fracasaron las
negociaciones con Isabel, hermana de
padre de Enrique IV, y casada con Fernando
II de Aragón, los dos bandos se reunieron en El Tiemblo, en el cerro de
Guisando, sin llegar a acuerdos. Finalmente, una guerra civil terminó dando el
triunfo de los partidarios de Isabel. Colorín, colorado…
No hay comentarios:
Publicar un comentario