lunes, 21 de mayo de 2018

La otra batalla de Toro



Lo que está aconteciendo en Toro (Zamora) me recuerda la novela de Gabriel Chevallier, Clochemerle, donde la mitad de los vecinos de un pueblo se enfrenta a la otra mitad por la instalación de unos urinarios. Hoy, Lunes de Pentecostés, los toresanos acuden a una campa próxima a la azucarera donde está situada la ermita del Cristo de las Batallas, para celebrar una fiesta campestre. Pero el Partido Popular niega que tal ermita esté inscrita en el Registro de la Propiedad a nombre del Ayuntamiento que preside el socialista Tomás del Bien, al tiempo que rechaza que esa edificación esté incluida en el inventario municipal. Según el portavoz municipal del PP, José Luis Prieto, “la Corporación confunde la propiedad de la parcela, que es de titularidad municipal, y la del edificio, es decir la ermita, que corresponde al Obispado". Algo similar a lo que sucede con la Colegiata, de titularidad de la Iglesia pero asentada en suelo público. En ese sentido, El Correo de Zamora señala hoy que “el portavoz de la formación popular de Toro reclama una vez más al Ayuntamiento que resuelva el recurso presentado y que si tiene datos que corroboren esa posibilidad que los pongan encima de la mesa. Esto evidencia, para José Luis Prieto, que no existe ninguna prueba y que el PSOE, encabezado por Tomás del Bien, se limita a insultar cada vez que el PP saca un tema”. Y ya puestos a sacar trapos sucios, Prieto “dice estar harto de escuchar constantes referencias sobre la poca colaboración de la Diputación de Zamora con Toro", alegando que  "la Diputación ha habilitado ayudas para la Ruta del Vino o la apertura de monumentos, ¿cuánto ha puesto el Ayuntamiento?". En fin, una fiesta que debería alegrar a todos los toresanos, más parce que los hubiese dividido. Pero no creo que llegue la sangre al Duero. La verdadera batalla de Toro fue consecuencia de una crisis sucesoria a la muerte de Enrique IV de Trastámara  (hijo de Juan II con su primera mujer) que alentó la formación de una coalición, apuntalada por Luis XI de Francia y encabezada por Alfonso V de Portugal, que invadió Castilla desde Portugal en apoyo de Juana la Beltraneja, hija de Beltrán de la Cueva (ya que Enrique IV era un perfecto eunuco, según describe Gregorio Marañón en un serio ensayo) y con la que el rey portugués se casó  en mayo de 1475. Ya en 1465, con los bandos enfrentados, los nobles rebeldes coronaron al hermano de Enrique IV (Alfonso) en una ceremonia que se dio en llamar “la Farsa de Ávila”. Pero Alfonso murió tres años después. Cuando fracasaron las negociaciones con Isabel, hermana de padre de Enrique IV, y casada con Fernando II de Aragón, los dos bandos se reunieron en El Tiemblo, en el cerro de Guisando, sin llegar a acuerdos. Finalmente, una guerra civil terminó dando el triunfo de los partidarios de Isabel. Colorín, colorado…

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