Veamos:
Uno es libre para hipotecarse, para aspirar a tener una casa mejor e incluso,
ya perdonará el lector, para aburguesarse hasta la grosería. Mientras ese
aspirante a burgués no me pida dinero para alcanzar su soñada meta, me importa
un celemín lo que haga. Hoy, en el diario ABC, Carlos Herrera critica duramente a Pablo Iglesias por haberse hipotecado en la compra de un chalé en
La Navata. Conozco el lugar desde la perspectiva que da mirar el entorno de
Galapagar desde las vías de ferrocarril, durante mis trayectos desde Madrid
hasta Collado Villalba, que es la anterior estación en dirección a El
Escorial. Pues bien, Carlos Herrera cobra muchísimo dinero de la COPE, donde
hace un programa de radio. Esa cadena de radio pertenece a la Conferencia
Episcopal, que también recibe una importantísima cantidad de dinero de los
Presupuestos Generales del Estado, o sea, de todos los españoles, y disfruta de
un rabo de exenciones fiscales como consecuencia de los acuerdos entre el Estado
español y la Santa Sede de 1979. Y esa emisora de radio, digo, paga a sus
colaboradores lo que estima oportuno. Yo no critico los términos contractuales
que Carlos Herrera tiene firmados con la COPE.
Allá cada uno con sus relaciones laborales. A mi entender, no tiene nada
de particular que la pareja Iglesias-Montero
aspire a una vida mejor. Pero lo que no se entiende es que Pablo Iglesias, que
presumía de vivir en un habitáculo de 60 metros cuadrados en el barrio de
Vallecas, y que criticó a Guindos
por haberse comprado un ático de un importe similar, como señala Herrera: “hoy, al hacerse mayores y querer ser legítimamente como
Guindos, se han dado cuenta de lo que de veras significa ‘cabalgar
contrariedades’: son las propias bases de Podemos las que están disparando con
saña sobre esta versión millennial de los Ceaucescu,
que no han mejorado demasiado la vida de sus votantes pero sí han conseguido
que sus votantes mejoren la suya”. Ahí lo dejo. Esperemos que la pareja
Iglesias-Montero duren mucho tiempo en el ejercicio de la política. Porque, de
no ser así, con el sueldo de profesor interino en la Universidad Complutense,
veo a Pablo Iglesias vendiendo lavativas en la Plaza de Cascorro.
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