En
un Estado decente, entendiendo por decencia la probidad, la ética y la rectitud
de sus ciudadanos y de sus gobernantes, a nadie con dos dedos de frente se le
ocurre insultar a aquellos que ayudan a mantener el orden, que ejercen una magnífica
labor en los rescates en montaña, que vigilan carreteras y que, como no podría
ser de otra manera, tienen disposición para socorrer al ciudadano en cualquier emergencia
y ante cualquier situación de desamparo. Me refiero a la Guardia Civil. El
exvocalista del conjunto musical La Polla
Record y actual cantante de la banda Gatillazo,
Evaristo Páramos, lanzó improperios
contra la Benemérita Institución hace unos días en un concierto en Jerez de la
Frontera. Algo semejante a lo que hizo en su día el rapero mallorquín Valtonyc,
que le ha costado tres años y medio de cárcel por ofensas a la Corona. No creo
que la prisión, o una abultada multa, sean las mejores soluciones para atajar
los desafueros de unos impresentables. Partamos de la base de que la libertad
de expresión, contemplada en el artículo 20 de la Constitución Española, es un derecho ciudadano y que a nadie se le
debe condenar por quemar en público la foto del jefe del Estado o por ondear en
la calle una bandera de la Segunda República. A todos los efectos, ambas cuestiones,
caso de producirse, resultarían tan surrealistas e inútiles como el hecho de
quemar una foto de Pedro Sánchez en
Alcolea del Pinar o airear un gallardete del Real Betis Balompié en Ciudad Rodrigo. Sin embargo, no recuerdo
ahora dónde leí aunque lo dejé apuntado, “el concepto de persona es un concepto
cultural. Se nace humano y se llega a ser persona siempre que se adquieran con
los años las habilidades y comportamientos propios de la persona: la conciencia
de sí mismo, la racionalidad y el sentido del bien y del mal”. En consecuencia,
no es lo mismo ser persona que individuo, sino persona que sujeto responsable. Las injurias a la Corona
ya están tipificadas en los artículos
490.3 y 491 del Código Penal. Asunto
zanjado. Sin embargo, el Tribunal Europeo
de Derechos Humanos clarificó en 2007 de forma cristalina que quemar fotos
del Rey “no constituye un delito,
sino una forma de libertad de expresión política”. Hay quien afirma que la libertad
individual acaba donde comienza la libertad del grupo. Pues ni sí ni no, sino todo lo contrario. A la
libertad del individuo no se le deben poner fronteras. Pero todo individuo deberá
tener presente la vieja sentencia de Thomas
Jefferson: “El precio de la libertad es una eterna vigilancia de la misma”.
De no ser así, se produce corrupción.
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