lunes, 28 de mayo de 2018

El precio de la libertad



En un Estado decente, entendiendo por decencia la probidad, la ética y la rectitud de sus ciudadanos y de sus gobernantes, a nadie con dos dedos de frente se le ocurre insultar a aquellos que ayudan a mantener el orden, que ejercen una magnífica labor en los rescates en montaña, que vigilan carreteras y que, como no podría ser de otra manera, tienen disposición para  socorrer al ciudadano en cualquier emergencia y ante cualquier situación de desamparo. Me refiero a la Guardia Civil. El exvocalista del conjunto musical La Polla Record y actual cantante de la banda Gatillazo, Evaristo Páramos, lanzó improperios contra la Benemérita Institución hace unos días en un concierto en Jerez de la Frontera. Algo semejante a lo que hizo en su día el rapero mallorquín  Valtonyc, que le ha costado tres años y medio de cárcel por ofensas a la Corona. No creo que la prisión, o una abultada multa, sean las mejores soluciones para atajar los desafueros de unos impresentables. Partamos de la base de que la libertad de expresión, contemplada en el artículo 20 de la Constitución Española, es un derecho ciudadano y que a nadie se le debe condenar por quemar en público la foto del jefe del Estado o por ondear en la calle una bandera de la Segunda República. A todos los efectos, ambas cuestiones, caso de producirse, resultarían tan surrealistas e inútiles como el hecho de quemar una foto de Pedro Sánchez en Alcolea del Pinar o airear un gallardete del Real Betis Balompié en Ciudad Rodrigo. Sin embargo, no recuerdo ahora dónde leí aunque lo dejé apuntado,  “el concepto de persona es un concepto cultural. Se nace humano y se llega a ser persona siempre que se adquieran con los años las habilidades y comportamientos propios de la persona: la conciencia de sí mismo, la racionalidad y el sentido del bien y del mal”. En consecuencia, no es lo mismo ser persona que individuo, sino  persona  que sujeto responsable. Las injurias a la Corona  ya están tipificadas en los artículos 490.3 y 491 del Código Penal. Asunto zanjado. Sin embargo, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos clarificó en 2007 de forma cristalina que quemar fotos del Rey “no constituye un delito, sino una forma de libertad de expresión política”. Hay quien afirma que la libertad individual acaba donde comienza la libertad del grupo.  Pues ni sí ni no, sino todo lo contrario. A la libertad del individuo no se le deben poner fronteras. Pero todo individuo deberá tener presente la vieja sentencia de Thomas Jefferson: “El precio de la libertad es una eterna vigilancia de la misma”. De no ser así, se produce corrupción.

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