No
he conocido a nadie que bordase artículos de opinión, que más parecen tapices
de El Escorial, desde la muerte de Pedro
Rodríguez a finales de 1984 a la manera que lo hace Karina Sainz Borgo en el periódico digital Vozpópuli. Karina no escribe. Karina derrama el tintero de sus
ideas sobre el folio en blanco y aparece un bello paisaje de seda y lana. Hoy
comenta: “Albert Rivera, aquel a
quien Rajoy trataba como al hijo
tonto para disimular la irritación que le ocasionaba su prepotencia. Albert
Rivera, el mismo al que Rafael Hernando
aplicó el bullying de repetidor de
patio del colegio y a quien los compañeros de hemiciclo le hicieron esquinazo,
por señorito y relamido. Albert Rivera, el muchacho que fue creciendo mientras,
¡ay qué mono, qué buen chico, qué caligrafía tan bonita!, los mayores le daban
pellizquitos en las mejillas. A Rivera lo acunaron y consintieron los premios Nobel y las cabeceras de
los medios. Le
inflaron los mofletes, rozagantes y juveniles, a punta de arrumacos unos y de
hostias los resabiados. Sin darse cuenta, el doncel con aspecto de niño de San
Ildefonso le comió el terreno a Mariano Rajoy, quien parece haberse enterado en
el Congreso de los Diputados, de golpe y sin anestesia, que el muchacho se le
reviraba y se le echaba encima, como las crías de alacrán a punto de devorar a
la madre”. Ahí están las últimas encuestas. Son cuatro sifones, cuatro vasos
comunicantes: PP, PSOE, Ciudadanos y Podemos. Y los responsables de cada tubo
miran sus respectivos niveles, como se miran los niveles de aceite y agua de la batería del utilitario antes de
salir de excursión. Y uno pierde aceite, otro pierde agua destilada, el tercero
pierde la virginidad y el cuarto pierde el oremus. El Doncel, como indica Karina al referirse a Rivera, almuerza mucho
y muy deprisa, como hacen los gusanos de seda con las hojas de morera. Y Rajoy,
pese a decir que su enemigo es Podemos, pone cara de circunstancias como esa
rana que está pasando el río al escorpión sobre su lomo. Según Karina, “Albert Rivera no está dispuesto
a permitirle a Mariano Rajoy, esta vez no, que lo trate como a un segundón, que
lo relegue en el asunto catalán y de paso se vaya a tomar helado con los del PNV
a cambio de su apoyo en los presupuestos”. Rajoy y Rivera se han convertido en
dos toreros de salón de aguafuerte goyesco. Y el toreo de salón, como dejó
escrito Cela, “es sabiduría
diamantina y de largos alcances, y su práctica es muy recomendable para los padres
de familia y las viudas con propensión al estreñimiento”. Sobre los donceles no
se dice nada, tampoco del de Sigüenza.
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