Ciertamente,
si somos demócratas debemos comportarnos como tales. Así lo entiende Juan Carlos Rodríguez Ibarra y así lo
comenta hoy en las páginas de El País.
Señala: “Nos ofendemos cuando Alemania o Reino Unido sospechan de la separación
de poderes en la democracia española o del cumplimiento estricto de la justicia
ante el delito de lesa democracia. Nos siguen percibiendo como a los herederos
de una dictadura. ¿Por qué? Quienes hayan visto a los ministros del Gobierno de
España cantando Soy el novio de la muerte, al
ministro de Justicia sembrando públicamente dudas sobre la capacidad de un
juez, los aplausos a representantes públicos que han obtenido falsamente
títulos universitarios, pueden llegar a pensar que en España la democracia brilla
por su ausencia. No es ese el comportamiento que esperan de nosotros los
representantes de sistemas democráticos avanzados y asentados”. Y en eso
estaremos todos de acuerdo. Ahora, esos
mismos países y otros de nuestro entorno, nos miran con lupa con respecto a
cómo se pretende resolver al problema catalán. ¿Basta con seguir manteniendo
vivo el artículo 155 de la Constitución en esa Comunidad e intervenir o cerrar TV3, principal aparato
propagandístico de los secesionistas? ¿Alguien sabe cómo parar esta pesadilla?
A mi entender, Mariano Rajoy no sabe
cómo hacerlo. Y cada mañana, cuando despierte, sabrá que Joaquim Torra sigue allí, como el dinosaurio de Augusto Monterroso.
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