Dice
un conocido mío que si al arroz negro con calamares y gambas le quitas las gambas
y los calamares aquello se queda en nada. Bueno, en nada no, en un mejunje
negro como la sotana de un cura en el que pareciese que se hubiera derramado un
frasco de tinta china sobre la escudilla. La tinta de calamar tiene su
importancia. Es una estrategia de evasión para los cefalópodos. Cuentan que es
tóxica como el veneno de la víbora si no se hierve. Hoy 13 de mayo se juntan
las apariciones de la Virgen en
Fátima a unos pastorcillos portugueses en 1917 con el cuadragésimo día posterior a la
resurrección del Mesías a los cielos,
si hacemos caso al credo de Nicea-Constantinopla, al credo de los Apóstoles
y a los escritos de Juan Crisóstomo. Esa fecha, la de la Ascensión, también coincidió
con el 13 de mayo en 2010. Existía una coplilla que decía lo siguiente:”Tres jueves hay en el año/ que relucen más que el sol:/ Jueves Santo, Corpus Crhisti,/
y el día de la Ascensión”, hasta que llegaron los de San Martín, en la Vega de
Alberche, y modificaron el texto: “Tres días hay en el año/ que relucen más que
el sol:/ La Matanza, El Esquileo, y el día de la función”. Lo de la “función”
es un misterio, otro misterio más, que todavía me queda por resolver. Lo que desconozco
es si ya están resueltos los tres misterios de Fátima. Dicen que existe otro cuarto
misterio, que la Iglesia todavía esconde. ¿Tendrá que ver con la tinta de
calamar? Deberían preguntárselo a Ratzinger,
el papa emérito que tuvo un turbulento pontificado por culpa de los lobis
existentes dentro de la Curia.
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