El
daguerrotipo de Louis Daguerre,
importado de Francia, acarreaba el problema de que no era replicable. El galés Charles Clifford y el francés Jean Laurent, fueron los fotógrafos que
mejor explotaron comercialmente las nuevas técnicas fotográficas en España y
contribuyeron a popularizarlas. Ambos recorrieron este país de arriba abajo y
de norte a sur y dieron cuenta gráfica de un periodo histórico tormentoso.
Ambos fueron, además titulados como “fotógrafos
de su Majestad la Reina”, compartieron estudio en la madrileña Carrera de
San Jerónimo y acompañaron a Isabel II
en sus periplos por España. En 1852 se había pasado del daguerrotipo al calotipo,
técnica que producía un negativo
posteriormente replicable en numerosos positivos. Y en 1856 se pasó a las placas de vidrio de colodión
húmedo que reducían el tiempo de exposición a dos segundos y proporcionaban
mucha más nitidez. La misma técnica que emplearía Jean Laurent, un innovador que una década más tarde
perfeccionaría el positivado con papel leptográfico. Como indicaba Alejandro Panes en un soberbio
reportaje, “hay que entender que con estas nuevas técnicas el proceso
fotográfico se agilizó y abarató llegando a más estratos de la población, no
solo a las élites. La fotografía se consolidó como el medio de representación y
perpetuación visual de la burguesía y la clase media. La sensación de memoria
visual familiar se incrementó con los álbumes familiares y los árboles
genealógicos fotográficos así como la imagen de los niños y de los muertos se
materializó e inmortalizó más allá de los recuerdos. Numerosas fotos de reyes,
políticos, emperadores o toreros comenzaron a venderse en establecimientos
especializados inaugurando el culto visual a las celebridades. También se
descubrieron las posibilidades propagandísticas de la fotografía que fueron
utilizadas por la Corte de Isabel II durante sus viajes para promocionar su
mandato”. Es curioso lo de “los niños muertos”.
Por aquellos años se puso de modo fotografiarlos antes de ser enterrados para
conservar su recuerdo. Los viajes de Isabel II se realizaron a
Valladolid, Toledo y Extremadura (1858); Alicante, Baleares y Barcelona (1860),
y Andalucía y Murcia (1862). Me viene a la cabeza que un año más tarde, en 1863,
llegaba G.A. Bécquer al monasterio de Veruela, cercano a Tarazona, donde se
alquilaban habitaciones desde la Desamortización. En aquel viaje a Barcelona,
la reina aprovechó para pasar parte de las fiestas pilaristas en Zaragoza. Dos
años antes, en 1858, comenzaban las obras del trazado ferroviario de Madrid a
Zaragoza. Fue J.Laurent el encargado de registrar en sus negativos el avance de
las obras por encargo de la Compañía MZA,
haciendo copias a la albúmina a partir de negativos de vidrio al colodión
húmedo. Clifford murió en Madrid en 1863 y Jean Laurent siguió haciendo fotografías
hasta bien entrada la década de los 80. Dejó constancia de la inclinada Torre Nueva en Zaragoza, en la plaza de
San Felipe, antes de su derribo en 1892, disparate que nunca nos podremos
perdonar los zaragozanos. El Museo
Universal reprodujo en sus páginas el arco de triunfo erigido en la puerta
de Santa Engracia (M.U., núm. 42, p.332, 14/10/1860) y el templete levantado en
la calle del Coso para recibir a Isabel II (M.U., núm. 49, p.392,02/12/1860).
Ambos trabajos son de Clifford. Laurent murió en Madrid el 24 de noviembre de
1886.
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