martes, 2 de octubre de 2018

El café y los cafés


Ignoraba que el 1º de octubre, o sea, ayer, fuese el Día Internacional del Café, ese grano originario de Kaffa, en Etiopía, cuyo mayor consumidor es Finlandia. En España interesaron más los cafés que el café y los continentes que los contenidos. Se le daba más importancia a poder estar a refugio entre la batahola y una espesa nube de humo de tagarnina que ingerir el contenido de una la taza con una infame achicoria. Al español siempre le encandiló ir al café, apoyar los codos sobre un velador con base de mármol, donde perennemente había un frasco de cristal con tapa de baquelita y agua del grifo,  y convertirlo en su particular cuarto de estar. Pero, ay, ya no quedan aquellos locales con divanes de terciopelo ajado y mesas de hierro y mármol donde hacían sus tertulias aristócratas, noctámbulos, literatos, artistas de variedades y toreros de postín. En los viejos cafés madrileños,  no tanto en los de provincias, hubo encendidas charlas  literarias, políticas y taurinas, se escribieron artículos para la prensa del momento (la pluma, el tintero y el papel se le pedía al camarero), se forjaron novelas y versos alejandrinos, se conspiró contra el Gobierno de turno y se cerraron tratos. En la foto que acompaño (Alfonso, 1923) aparecen en la Antigua Botillería de Pombo unos tertulianos; entre ellos Ramón Gómez de la Serna  (segundo por la izquierda) y José Bergamín (primero por la derecha). Y allí permanecían como si el tiempo no transcurriese y hasta las tantas de la madrugada hebdomadariamente,  con la noche morada y tras la cena de rigor. Pero de todos aquellos cafés, en Madrid ya sólo queda alguno en activo, entre ellos el Café Comercial, en la Glorieta de Bilbao esquina a Fuencarral, tras su reciente reapertura. Su primera licencia data de 1887,  aunque Pérez Galdós ya aludía a ese café en 1870.  A finales del siglo XIX en Madrid existían más de 100 cafés. Hubo cinco de ellos que llegaron a ser emblemáticos, que forman parte de la historia y que siguen en pie: el Café Gijón (1888), por el que pasaron Valle-Inclán, Benito Pérez Galdós, José Canalejas, Julio Romero de Torres y espía Mata Hari; la Chocolatería San Ginés (1894) donde Valle Inclán se inspiró en su obra “Luces de Bohemia”; el Café-Bar Hotel Palace (1912) frecuentado por Ernest Hemingway; el ya citado Café Comercial (1887); y El Riojano (1855), que también es pastelería. Está ubicado en la calle Mayor, 10. Se cuenta que sus enormes muebles fueron hechos dentro del local y que nadie podía robarlos porque no cabían por la puerta. Son famosos sus bartolillos. Camilo José Cela se inspiró para escribir “La Colmena” en dos cafés: El Comercial  y el Café Europeo (Glorieta de Bilbao, 1, esquina a Carranza,  2) El Café Europeo era de los llamados “de asiento”. Se inauguró en 1898 (anteriormente se llamó Café Nueva York) y en él hubo muchas tertulias. Era propiedad de tres hermanas. La mayor de ellas, Consuelo, inspiró a Cela el personaje de doña Rosa. Según contaba su autor: “Lo empecé en Madrid en 1945 y lo rematé en Cebreros en 1948”. La novela no pudo ser publicada en España hasta 1955 por culpa de la censura, aunque existe una publicación impresa en Buenos Aires en 1951.

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