En
este país, el Tribunal Supremo,
máximo órgano del Poder Judicial, encargado entre otras cosas de juzgar a
los aforados, que son legión, parece que haya perdido la aguja de marear. O
dicho de otro modo, da la sensación de que intenta marear al ciudadano de a pie
por falta de ideas claras. Hoy, sin ir más lejos acaba de dar un “giro
jurisprudencial” al espinoso asunto del impuesto sobre las hipotecas. El
diario El País mantiene que “el Tribunal Supremo
se va a replantear la decisión de ayer mismo que establecía que sea el banco el
que pague el gasto de firma de la hipoteca, que ha provocado fuertes caídas en
Bolsa a la banca. En una insólita reacción, Luis María Díez-Picazo, presidente de la Sala de lo Contencioso-Administrativo, la que dictó la decisión de
ayer jueves, ha optado por frenar los recursos pendientes sobre esta misma
cuestión que ya tenían fecha de revisión. Así, se evitará que se aplique la
nueva jurisprudencia”. ¿Qué opinan los notarios? ¿Qué opinan los españoles de
esa pusilanimidad? ¿Quién paga ahora ese impuesto? ¿El gasto lo paga el cliente
como decía la jurisprudencia de la sentencia de febrero? ¿O el banco, como dijo
la sentencia de ayer? ¿Hay que aplican un tipo del 0,5% como País Vasco y otras
como Andalucía o Aragón que cobran el 1,5%? Pero en España, ¿en manos de quiénes estamos? Al
final pagarán los de siempre, los curritos que desean comprarse una chabola en
vertical. La Banca siempre gana en este casino manejado por tahúres. ¿Cuánto han
devuelto del dinero prestado a través del ICO? Decir una cosa y la contraria, como hace el
Tribunal Supremo, sólo ayuda a marear la
perdiz, que parece ser de lo que se trata. Pero no pasa nada. La televisión nos
entretiene con los Premios Princesa de
Asturias, haciendo hincapié en el vestido que luce la consorte del Jefe del
Estado y con una puesta en escena que sólo interesa a las porteras. Cuenta El País
que “todos los discursos de los premiados inciden en apelar a los jóvenes para
salvar los muebles del porvenir. La incertidumbre y el desasosiego en boca (y
como prevención) de gente tan sabia asusta. Y el cielo gris que nublaba Oviedo resultó coherente con la inquietud que los
discursos despedían. Olía a cierta intuición de apocalipsis”. Va a ser verdad
lo que mantiene Peñafiel: “Leonor no será reina. Esto no aguanta
30 años”.
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