Daniel
Gavela,
en una columna de prensa (El País, 26/08/88)
que tituló “De azúcar”, venía a decir
que “el imperio español se vino abajo porque tenía los pies de barro”, para un
poco después señalar que “el imperio español era de azúcar” y repara en “los restos de aquel naufragio” con
sólo viajar al corazón de Castilla. Para Gavela quedan todavía en pie, además del
Románico y de un pan y un vino excelentes, los “imperiales” de La Bañeza, las “yemas
de santa Teresa”, los “huesos de santo” y las “tetas de monja”, los “mazapanes”
de Toledo, los “nicanores” de Boñar, las “paciencias” de Soria, las “almendras
garrapiñadas” de Alcalá de Henares, los “amarguillos” de Sahagún, las “mantecadas”
de Astorga, y pare usted de contar. El nombre de nicanores se debe a un
pastelero de La Velilla de Valdoré, Nicanor
Rodríguez González (en la foto), que a los 16 años entró a trabajar de aprendiz en la
pastelería de Camilo de Blas, en
León. Casado con una joven de Boñar, María
Díez, se estableció en esa localidad leonesa e instaló un comercio de
alimentación y utillaje que llamó Casa Nicanor. Por aquellos años finales
del siglo XIX era costumbre comer las conocidas “hojaldras”, o “pan de muerto”,
coincidiendo con la festividad de Todos los Santos, práctica que trasladaron a
Méjico los emigrantes españoles. En 1880, Nicanor Rodríguez creó un tipo de
hojaldre que fue muy demandado por los clientes de un balneario entonces
existente a medio kilómetro de Boñar. Muy cerca del balneario, al otro lado de
la carretera, existía desde 1905 el
conocido como Gran Hotel del Balneario.
Un edificio en la actualidad en ruinas, construido por el arquitecto Ricardo Velázquez Bosco, autor del Palacio de Cristal de El Retiro
madrileño y del Ministerio de Fomento.
Después de la Guerra Civil se acondicionó como sanatorio antituberculoso hasta
1960, año en el que se trasladó al Monte
de San Isidro de León, en la carretera de Asturias. Se cuenta que por el camino
de Felechar trasladaban a los difuntos sobre una carretilla desde el sanatorio
hasta el cementerio. Posteriormente, el sanatorio se convirtió en seminario de
agustinos; y, más tarde, en Centro
Europeo de la Naturaleza “Pardomino”, S.L.,(1) donde se prestaban servicios de
rehabilitación social. Pues bien, como decía al principio, Nicanor Rodríguez
ideó unos hojaldrados exquisitos al que todos conocieron como nicanores. Y los nietos de su creador, José María y Luis, terminaron por registrar oficialmente el nombre como “nicanores de Boñar”. Posteriormente
decidieron montar un obrador en la madrileña calle Coslada, cerca de donde en
la actualidad se encuentra el intercambiador de la Avenida de América. Hoy, ya
fallecidos hijos y nietos, son los biznietos los que llevan el negocio con
éxito de ventas.
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NOTA:
(1)-En torno al año 1100 los monjes de Pardomino construyeron un hospital en el Puerto de San Isidro en honor del Santo Sepulcro para proteger a pobres y peregrinos que se aventuraban por esos caminos, ya que muchos de ellos morían de frío. La reina Urraca concedió a esa alberguería un privilegio de inmunidad territorial en 1118.
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NOTA:
(1)-En torno al año 1100 los monjes de Pardomino construyeron un hospital en el Puerto de San Isidro en honor del Santo Sepulcro para proteger a pobres y peregrinos que se aventuraban por esos caminos, ya que muchos de ellos morían de frío. La reina Urraca concedió a esa alberguería un privilegio de inmunidad territorial en 1118.
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