martes, 2 de octubre de 2018

Los nicanores de don Nicanor



Daniel Gavela, en una columna de prensa (El País, 26/08/88) que tituló “De azúcar”, venía a decir que “el imperio español se vino abajo porque tenía los pies de barro”, para un poco después señalar que “el imperio español era de azúcar” y  repara en “los restos de aquel naufragio” con sólo viajar al corazón de Castilla. Para  Gavela quedan todavía en pie, además del Románico y de un pan y un vino excelentes, los “imperiales” de La Bañeza, las “yemas de santa Teresa”, los “huesos de santo” y las “tetas de monja”, los “mazapanes” de Toledo, los “nicanores” de Boñar, las “paciencias” de Soria, las “almendras garrapiñadas” de Alcalá de Henares, los “amarguillos” de Sahagún, las “mantecadas” de Astorga, y pare usted de contar. El nombre de nicanores se debe a un pastelero de La Velilla de Valdoré, Nicanor Rodríguez González (en la foto), que a los 16 años entró a trabajar de aprendiz en la pastelería de Camilo de Blas, en León. Casado con una joven de Boñar, María Díez, se estableció en esa localidad leonesa e instaló un comercio de alimentación y utillaje  que llamó Casa Nicanor. Por aquellos años finales del siglo XIX era costumbre comer las conocidas “hojaldras”, o “pan de muerto”, coincidiendo con la festividad de Todos los Santos, práctica que trasladaron a Méjico los emigrantes españoles. En 1880, Nicanor Rodríguez creó un tipo de hojaldre que fue muy demandado por los clientes de un balneario entonces existente a medio kilómetro de Boñar. Muy cerca del balneario, al otro lado de la carretera, existía desde 1905  el conocido como Gran Hotel del Balneario. Un edificio en la actualidad en ruinas, construido por el arquitecto Ricardo Velázquez Bosco, autor del Palacio de Cristal de El Retiro madrileño y del Ministerio de Fomento. Después de la Guerra Civil se acondicionó como sanatorio antituberculoso hasta 1960,  año en el que se trasladó al Monte de San Isidro de León, en la carretera de Asturias. Se cuenta que por el camino de Felechar trasladaban a los difuntos sobre una carretilla desde el sanatorio hasta el cementerio. Posteriormente, el sanatorio se convirtió en seminario de agustinos; y, más tarde, en Centro Europeo de la Naturaleza “Pardomino”, S.L.,(1) donde se prestaban servicios de rehabilitación social. Pues bien, como decía al principio, Nicanor Rodríguez ideó unos hojaldrados exquisitos al que todos conocieron como  nicanores. Y los nietos de su creador, José María y Luis, terminaron por registrar oficialmente el nombre como “nicanores de Boñar”. Posteriormente decidieron montar un obrador en la madrileña calle Coslada, cerca de donde en la actualidad se encuentra el intercambiador de la Avenida de América. Hoy, ya fallecidos hijos y nietos, son los biznietos los que llevan el negocio con éxito de ventas.
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NOTA:
(1)-En torno al año 1100 los monjes de Pardomino construyeron un hospital en el Puerto de San Isidro en honor del Santo Sepulcro para proteger a pobres y peregrinos que se aventuraban por esos caminos, ya que muchos de ellos morían de frío. La reina Urraca concedió a esa alberguería un privilegio de inmunidad territorial en 1118.

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