jueves, 11 de octubre de 2018

Las pipas de los chinos



Cuenta hoy, jueves, Antonio Burgos en ABC que si las tapas de los mostradores de Sevilla  se pusieran en fila india llegaría más allá de Córdoba, puede que hasta El Carpio. Bueno, hasta El Carpio lo digo yo, como podría haber dicho hasta Pedro Abad, o hasta Montoro, por largar carrete. Que con tres tapas, si no eres muy tripero, ya te vas para casa comido. Y añade: “En el Muelle de la Sal pusieron la barra de bar más grande del mundo: más de medio kilómetro de largo, 520 metros exactamente, donde 300 bares y establecimientos de alimentación de la provincia dieron gratis total 45.000 tapas a la gente que hacía cola, según otro dicho sevillanísimo que repite el gran especialista en la materia, Eusebio León: “Si es gratis, cueste lo que cueste”. Vamos, como en Zaragoza. Aquí pides una cerveza y no te largan ni un platillo de patatas fritas, ni unas tristes aceitunas, ni cuatro cacahuetes. Si quieres una tapa si es que hay, que no siempre la hay, la pagas. Y claro, así vemos a los clientes saliendo del bar con un palillo en la boca como si acabase de comerse una gilda. De eso, nada. El mondadientes lo toman del palillero de la barra por comprobar si le queda algo de comida entre los dientes de la cena anterior. Pero no sacan nada salvo algo de sarro. Bueno, también he comprobado que cuando te sientas en el velador de los chinos, que son más listos, te sacan un platillo con pipas de girasol para que te dé más sed y pidas otra caña. Mi amigo Antonino siempre insiste en que no me las coma, que me pondré amarillo de ictericia. Y yo le hago caso, que para eso ejerce de mancebo de botica, y las dejo en el platillo para que la china se las lleve y se las coloque sobre la mesita de mármol a otro cliente recién llegado que tenga menos remilgos.

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