Hoy
Bieito Rubido, a mi entender, no ha
estado acertado con su “astrolabio” en
las páginas del diario ABC, cuando señala: “La democracia española no pasa por
sus mejores momentos. Nos gobierna un señor que fue derrotado dos veces, que
apenas tiene 84 escaños y que, para auparse en la poltrona de La Moncloa, ha
aceptado los votos de golpistas y filoterroristas”. Cualquier demócrata es
conocedor a estas alturas del siglo XXI que la moción de censura está
contemplada en nuestro ordenamiento jurídico y en el artículo 113 de la Constitución
Española. Se puede gobernar con 84
escaños, con más y con menos. Cosa distinta es la dificultad para poder sacar
leyes adelante con una pírrica victoria y si carece, en consecuencia, de los
necesarios apoyos en la Cámara Baja. Pedro Sánchez no está “aupado en la
poltrona de la Moncloa”, como escribe Rubido, sino ejerciendo la difícil labor
de presidir el Consejo de Ministros. En efecto, tuvo las ayudas necesarias de
otras formaciones políticas para expulsar de la Presidencia del Gobierno a Mariano Rajoy; algo que ya era un
clamor de la ciudadanía. Pero esas formaciones políticas que le echaron un
capote a Sánchez no eran golpistas ni filoterroristas, como afirma Rubido, sino
diputados a Cortes elegidos en su día por sufragio universal. Sánchez, al menos que yo sepa, tiene defectos
pero no es gilí. Y sabe que acudir a un
Senado con mayoría absoluta del Partido Popular para informar sobre su tesis
doctoral a quiénes ven la paja en el ojo ajeno y no ven la viga en el propio,
es una trampa saducea donde sólo está presente el ánimo de
comprometer al interlocutor, ya que cualquier respuesta que diese podría ser
malinterpretada o considerada inconveniente. Al Partido Popular, también a
Ciudadanos, sólo les interesa el desgaste político de Pedro Sánchez a corto
plazo. A Pablo Casado, discípulo
predilecto de Aznar, se le ve el airón. Pero lo de Albert Rivera todavía es peor, se está equivocando
de adversario a la hora de disparar la fusilería. Y al diario de la grapa, que ejerce
de corifeo permanente en algo que la derecha corrupta ha elevado a la categoría de tragedia de Sófocles, le afloran los pestilentes
efluvios de incensario y alcanfor. Lo de siempre.
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