La
curva de Phillips nada tiene que ver
con la canción de Perlita de Huelva
y su “precaución, amigo conductor, la
senda es peligrosa…”, sino con la falta de crecimiento de los salarios. Hasta
el tipo que asó la manteca (y que llegó a la política degenerando, como decía Juan Belmonte) es conocedor de que,
cuando crece el paro, los salarios disminuyen, y viceversa. Eso viene a cuento con lo que escribe Antonio Maqueda hoy en El País. La noticia es que “el Banco de
España achaca las pobres subidas salariales al deterioro del mercado laboral y
la baja inflación”. A partir de esa
información, el resto es hablar por no callar. Este órgano supervisor, al que
la banca y las cajas le metieron todos los goles que quisieron por la escuadra,
por arriba y por abajo estando Fernández
Ordoñez de guardameta, entiende ahora que “al no haber tasas de IPC altas,
no existe tampoco una presión acuciante para intentar mantener el poder
adquisitivo”. O sea, que los jubilados ocupan las calles en manifestación por malafollá, por dar por el saco a los que
viajan en first class, por salir en
la caja mágica y en los telediarios... Y
para hacer el estudio, el órgano
supervisor, que tiene en su mano una bola de cristal que falla más que la bola
de cristal de Aramís Fuster, toma la
curva de Phillips, que está sin
señalizar, a ciento veinte por hora y sin tener en cuenta que la elipse tiene cascajillo
y carece de peralte. Estamos apañados. Sostiene el órgano supervisor que “en
España, la productividad se comporta de forma contracíclica: cuando mejora la
economía se contratan más temporales y la productividad por ocupado baja. En
cambio, cuando hay una recesión se despiden a los temporales y la productividad
por trabajador aumenta”. Dicho todo eso con la mesura del maestro Kalikatres, el órgano supervisor
respira tranquilo; y con
esa tristeza que llega después del orgasmo, asegura: “Precisamente la mejora de
la productividad durante los años de crisis hizo que los sueldos no se
comportaran todavía peor”. En suma, todo
es un gigantesco cachondeo mareante por parte de los que manejan el scalextric de la distracción colectiva y la montaña rusa de los despropósitos.
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