viernes, 15 de febrero de 2019

Santos, chisqueros, cerillas y la guinda de un zaibatsu




El 28 de abril de 2003 la Diputación Foral de Álava regaló a la ciudad de Tarazona de Aragón un monolito dedicado a san Prudencio de Armentia, discípulo de san Saturio. Llegó a ser nombrado arcediano  (archidiácono) en la ciudad del Queiles. Tarazona de Aragón dispone de diócesis episcopal y constituye un laberinto entre varios caminos:  La Rioja, Navarra y Castilla y León. Pese a ello, no dispone de ferrocarril, aunque llegó a tener dos estaciones: la de Tarazona de Aragón, en servicio entre 1885 y 1972, en la línea Tudela-Tarazona, cuyos trenes eran conocidos como el tarazonica o el escachamatas, y la estación de Tarazona- La Nava, en la línea Soria-Castejón, que dejó de estar hábil en 1996. También desaparecieron sus dos fábricas de cerillas, la del Carmen (impulsada por el empresario Emilio Pascasio Ruiz Lizarbe) y la de San Francisco (Frauca y Cía y familia Lasa) cuando los fósforos fueron monopolios del Estado (desde la Ley de Presupuestos de 30 de junio de 1892 hasta 1956), aunque arrendados al Grupo Fierro. También existió otra fábrica de cerillas  en Cascante (Navarra) impulsada por Ángel Garro Falces y otras muchas fábricas en diversos lugares del territorio patrio que resultaría largo enumerar. El monopolio de las cerillas dio comienzo formalmente en la Península y en las Islas Baleares en febrero de 1893. Fue establecido por quince años y se arren­dó de inmediato al gremio de fabricantes de fósforos al tiempo que se prohibía la instalación de nuevas fábricas en el país. Se fabricaron tres clases de cerillas: las esteáricas (a partir de hilos de algodón prensados y recubiertos con estearina), las de papel y las de madera. Y las cabezas, compuestas de sulfuro de antimonio y clorato de potasio, podían ser de seguridad o integrales. Ahí lo dejo. Recomiendo la lectura del interesante trabajo de fin de Máster “David y Goliat. La industria cerillera española en perspectiva internacional (1892-1956” de Águeda Gil- López (Universidad Complutense de Madrid);  y otro trabajo  (2009) de Elena San Román: “Un zaibatsu fuera de lugar. Los orígenes del Grupo Fierro (1870-1939)”.  (Revista de Historia Económica, año XXVII, nº 3, pp.499-532).  En Japón, el término zaibatsu significa "camarilla financiera" y define a un gran grupo de empresas que están presentes en casi todos los sectores económicos, es decir, en todas las salsas. Si les digo la verdad, quería haber escrito hoy algo sobre el 28 de abril, día en el que los españoles acudiremos a las urnas, que así lo ha decidido Pedro Sánchez al no conseguir que saliesen adelante en la Cámara Baja los Presupuestos presentados; o sea, un mes antes de las autonómicas, municipales y europeas, previstas para el 26 de mayo. Pero me ha salido otra cosa distinta: san Prudencio; las estaciones de ferrocarril desvanecidas; las fábricas de cerillas turiasonenses en el recuerdo; el poder inmenso de la familia Fierro; la encrucijada de Tarazona de Aragón entre tres caminos…. Me he dejado en el tintero muchas cosas interesantes, por ejemplo la prohibición española de la tenencia ciudadana de encendedores de chispa en 1909 por evitar dentelladas de ingresos al Erario Público. Lo que nunca previó ese Erario fagocitador e inmisericorde fue que apareciese el chisquero Zippo poco antes del comienzo de la Segunda Guerra Mundial, pensado para las tropas norteamericanas y que, en consecuencia, a partir de 1938 fue causa de que declinase el consumo de cerillas de forma estrepitosa. No se pueden poner puertas al campo.

No hay comentarios: