La extraña expresión “meterse en un jardín” procede de la jerga teatral. Se aplica al
actor al que se le olvida lo que tiene que decir y se pone a improvisar, lo que
provoca un gran lío entre los compañeros de reparto. Me produce abatimiento que
los jardineros de FCC, que trabajan por contrata para el Ayuntamiento de
Zaragoza, avisen de que irán a la huelga
si no se atienden sus demandas; es decir, el cumplimiento íntegro de su
convenio laboral. Todo ciudadano tiene derecho a que se cumplan íntegramente los
acuerdos pactados en convenio colectivo, ¡faltaría más! Lo que sucede es que en
Zaragoza la palabra jardín no está en el diccionario. Esta es una ciudad dura, de
cemento y asfalto, mayormente desde que el Ayuntamiento estuvo presidido por Antonio González Triviño, que se metió
en un berenjenal lleno de pinchos y sembró de adefesios urbanos todo el casco
histórico: plaza de Ariño, trasera de la Lonja, plaza de las Catedrales, plaza
de Aragón, plaza de Basilio Paraiso… La
lista de adefesios urbanos fue patética.
Lo peor del caso es que los alcaldes se marchan cuando lo deciden las urnas,
pero los adefesios permanecen durante demasiado tiempo. A González Triviño, alcalde en funciones desde
el agravamiento de la enfermedad de Ramón
Sainz de Varanda, lo acabaron “imponiendo”
desde la madrileña calle de Ferraz (a la muerte del primer alcalde democrático
desde la II República, acaecida el 10 de
enero de 1986) en contra de los deseos de otra parte importante del PSOE aragonés
que apostaba por el entonces concejal de Medio Ambiente, Mariano Bergés. Al término de su mandato, consiguió acta de
eurodiputado y se empadronó en Canarias para cobrar jugosas dietas. Menos mal que a González Triviño le sustituyó Luisa Fernanda Rudi, del PP, que pasó por
la Alcaldía como una estrella fugaz y una casi nula gestión de la cosa pública. Los populistas, entonces, justificaron su
evidente estatismo e inacción señalando que sus obras no se veían a ojos de los
ciudadanos porque se estaban saneando las
tuberías del subsuelo, que hacía mucha falta. Excusatio non petita, accusatio manifesta. Lo cierto es que nunca
hubo tantos reventones de conductos de agua en el centro de la ciudad como
sucedió durante su mandato. Que se lo pregunten a los trabajadores de la Librería General y a los dueños de los bajos
adyacentes. Pues bien, la jardinería en Zaragoza brilla por su ausencia por
falta de espacios verdes. Y las podas de árboles se practican de forma penosa.
A aquel que lo ponga en duda, que observe. También le invito a que se dé una vuelta por la Plaza de las
Catedrales en los meses de julio y agosto. No hay un solo árbol ni un solo seto.
Digo más, se puede hasta freír un huevo con sólo posar una sartén sobre el
cemento durante diez minutos.
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