En la mañana de ayer traté de escribir un trabajo y se me fue al
garete por no tener copia de seguridad, o se me fue a eso que ahora llaman cloud computing, o nube, que es como el Seno de Abraham donde marchan los textos que
nunca se rescatan. Comentaba ayer algo, como digo, que señalaba Pilar Bardem en
la revista Pronto hace unos días,
donde se quejaba, no sé si con razón, de que “cobraba una pensión de mierda”.
Vamos, como casi todos los mortales cuando llegan al retiro. Lo que hace falta
conocer es cuánto cotizó esa actriz a la Seguridad Social a lo largo de su ya
larga trayectoria vital. Pilar Bardem, que a mí me conste, ha actuado en más de
ochenta películas y en más de cuarenta obras de teatro a lo largo de su vida
artística y todavía sigue conservando su piso madrileño cerca de El Retiro,
aunque lo tenga puesto a nombre de una sociedad. Pilar Bardem recibió con
alegría que le concediesen el nombre de una calle en 2009, que hasta entonces
se llamaba “avenida del general Merry”;
y, también, recibió una gran bofetada en 2012, día en el que el Ayuntamiento
presidido por Zoido decidió quitársela
para dedicársela a Nuestra Señora de las
Mercedes. Bardem siempre había dicho a los medios que su nacimiento en
Sevilla fue un “accidente”. Lo que no está claro es a qué general Merry se
refería la calle, si al general Francisco
Merry Ponce de León, conde de
Benomar (1872-1971) o a su hijo, el general Pedro Merry Gordon (1917-1993). De cualquier forma, fuese dedicada
a uno o a otro, entiendo que bien estuvo
quitarle esa calle. El padre participó como miembro activo en la “sanjurjada” de agosto de 1932 contra la
República y al comienzo de la Guerra Civil se puso en Sevilla a las órdenes de Queipo de Llano de forma incondicional.
Su hijo, también general, quedó reflejado de cuerpo entero en la obra de Pilar Urbano, “La gran desmemoria”. Ese general era capitán general de la II
Región Militar en febrero de 1981. Según esa periodista (vinculada al Opus Dei),
en los días previos a la dimisión de Adolfo Suarez, en La Zarzuela, digo
bien cuando digo en La Zarzuela, estando acompañado de otros generales entre
los que se encontraba Elícegui Prieto,
entonces capitán general de la V Región Militar, Merry Gordon sacó de su
guerrera una pistola Star de 9mm, se la puso en su mano izquierda y
mostrándosela a Suarez le dijo: “¿Le
parece bien esta razón?”. “La razón”,
tanto de él como del resto de los generales
silentes era que el presidente del Gobierno debía dimitir de inmediato, como
así lo hizo la tarde del 29 de enero de aquel año. El rey Juan Carlos no estuvo presente durante la baladronada de aquel sansirolé. Se había ausentado a otra sala dejando solo a
Suárez contra el Factor Caqui, como
diría el llorado Pedro Rodríguez,
después de haberles aclarado a los presentes que “el rey reina, pero no gobierna”. Y allí se quedó Suárez, manteniendo
el tipo y más solo que nunca, frente a aquel ramillete de energúmenos
uniformados dispuestos a todo.
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