viernes, 1 de febrero de 2019

Torrijas por Pascua florida



Estamos ya en febrero, que comienza con san Trifón, el hombre que amansaba basiliscos. Personalmente, lo que más me gusta de la Semana Santa, que es la próxima festividad importante en nuestro calendario una vez pasada la Navidad, es poder comer torrijas. Miguel Espadas, en su magnífico libro “Vinos, platos y recetas de un manchego y gastrónomos poetas.  Madrid-Castilla La Mancha. Cocina de los siglos XVIII y XIX”,  en ediciones de 2001 y de 2006, ambas patrocinadas por la Diputación Provincial de Ciudad Real, al hacer referencia a las gloriosas torrijas acude a lo expresado en su día por Antonio Díaz Cañabate sobre el suculento plato: “La torrija, como todo manjar simple, es delicioso.., una torrija no se describe, se come, que es lo más difícil, y se paladea, lo que es aún más complicado, y luego eleva uno los ojos al cielo, se bebe un vaso de vino y, después otra torrija, y otra, y otra, y los vasos de vino consiguientes. Y así los años necesarios hasta que la muerte llegue, en la seguridad de que Dios no nos pedirá cuentas. Y si lo hace, exhibiremos la lista de las torrijas comidas y de los vasos de vino ingerido. Total, la gloria eterna”. Mejor no se puede definir el placer de degustar torrijas. Y Miguel Espadas añade a lo expresado por Cañabate unos versos interesantes sobre los que desconozco su autoría: “Esponjosa, la pálida rodaja / un baño pide, lácteo y decadente / baño de querindongas en Oriente, / ablución de Popea o Lindaraja. / El huevo de oro, en as de la baraja / la cambia, blandongón, convincente, / y el Vesubio en sartén de aceite hirviente, / le hace bailar con hipos de sorraja. / Su carne de sol frito que se inmola, / sangre de almibar, málaga y mistela / aguarda en transfusión, y una cabriola / trapecista de azúcar y canela. / Pero, ay, que si al freírla se arrebola, / puede trocarse su blandura en suela”. En fin, en la Navidad se conmemora el nacimiento del Mesías y en Semana Santa, su muerte. José Antonio Garmendia, que no fue en vida un sieso manío sino casi, casi, un personaje cervantino, dijo en cierta ocasión refiriéndose a las dos Pascuas, no sé ahora muy bien si fue en la taberna que tenía abierta al público Vicente el Traga, que a él lo que le gustaba no eran los fastos del Nacimiento sino el misterio que encerraba  la Pascua florida, “cuando lo mataban”. El genial Garmendia, siempre tenía una frase oportuna en cada momento. Recuerdo cuando contó la impresión que le causó a Eduardo Balbontín ver por primera vez el mar: “¡Ojú, la que ha tenío que caer esta noche…!”. Julio Muñoz Gijón, autor de “El misterio del perro, la mermelada y el cantante” relataba que a Balbontín le propinaron un golpe bajo porque se metió a mediar en una pelea entre dos tipos de metro y medio, y que siendo multicofrade  murió al jugar con una lanza procesional de romano. La Pascua florida,  que coincide con el primer plenilunio de primavera, suele gastar malas pasadas. Ya lo dice una greguería de Ramón: "La luna es una cámara fotográfica que sólo gasta una placa cuando ve un crimen".

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