A propósito
de la foto del trío de la bencina de días pasados junto a la estatua de Colón, señala
Manuel Vicent hoy en El País que “con
su aire de fotomatón ratonero podría convertirse en un icono español del siglo
XXI, pero congelada por el tiempo será siempre una jaula de la que ni Pablo Casado ni el propio Albert Rivera, pese a sus grandes dotes
de fuguista, nunca podrán escapar. A un político dentro de una jaula solo le
queda el papel de canario flauta”. La prensa de derechas no se hace mucho eco
hoy de la visita de Pedro Sánchez, a
las sepulturas de Manuel Azaña y de Antonio Machado, así como al que fuese
campo de refugiados españoles en Argelés-sur-Mer, en un intento de pedir perdón
a los ciudadanos, un perdón que “debería haberse hecho por el Estado mucho
antes”. Prácticamente, todos aquellos ciudadanos que sufrieron lo indecible,
primero en España y más tarde en Francia, por culpa de una guerra civil fratricida,
no han podido ver ese baladro sólo comparable a “El grito”, de Edvard
Munch, pidiendo “paz, piedad, perdón” expresado por Azaña el 18
de julio de 1938 en su brillante discurso en el Ayuntamiento de Barcelona. La
visita de Pedro Sánchez , ayer domingo, a esos lugares de triste recuerdo, al
igual que la visita de Juan Carlos I y
de su consorte en 1978 a Dolores Rivas
Cherif en Méjico, son detalles que siempre agradeceremos los demócratas. El
pasado histórico no puede ahorcar los hábitos, pero nunca es tarde para
solidarizarse con aquellos defensores de la libertad que se vieron envueltos
por culpa de unos golpistas malnacidos en una frazada de amargura innecesaria.
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