sábado, 15 de enero de 2022

En la muerte de Carmen de la Maza


 


Decir María de la Concepción Jesusa Basilisa Rodríguez-Espina y García-Tagle quizás no nos diga nada, pero si decimos Concha Espina nos viene a la memoria una santanderina de prestigio universal, séptima de diez hermanos. La Guerra Civil le sorprendió en Mazuercas, que en 1948 adoptó en su honor el nombre de Luzmela, que era el topónimo literario que dio título a su primera novela, “La niña de Luzmela” (1909). Manejó con soltura la novela, el cuento, la poesía, el teatro y el ensayo. Tuvo cinco hijos: Ramón, Víctor, José, Josefina y Luis. Su única hija, Josefina, se casó con el guitarrista Regino Sainz de la Maza. Su nombre, el de Concha Espina, consta en una estación del metro de Madrid, también en una avenida, y también aparece en un avión de Iberia. Se erigió una fuente en su honor en el Paseo de Pereda, en Santander, obra de Gregorio Macho, inaugurada en 1927 por Alfonso XIII. El rey le ofreció un título nobiliario y ella lo rechazó. Consiguió ese mismo año el Premio Nacional de Literatura con su obra “Altar Mayor “(novela ambientada en  la hospedería y la basílica de Covadonga) y llegó a ser candidata en tres ocasiones al Premio Nobel de Literatura.  También se propuso su entrada en la RAE, sin poder lograrlo por su condición de mujer. Curiosamente, el académico sueco  Wuulf fue el que propuso la candidatura de la escritora al prestigioso premio sueco y sólo la RAE se opuso a esa concesión. Utilizó  el seudónimo Ana Coe Snichp en su primer poema, “Azul” (1888), publicado en el diario El Atlántico. En 1893 se casó con Ramón de la Serna Cueto. Se divorció en 1934 con la ayuda de Clara Campoamor, entonces diputada del Partido Radical. Se quedó ciega en 1940.  Falleció en Madrid el 19 de mayo de 1955 y sus restos permanecen en el madrileño cementerio de La Almudena. Su hija Josefina de la Serna Espina (bajo el seudónimo de Josefina de la Maza) publicó un libro sobre la vida de su madre, Concha Espina (Ed. Magisterio Español, Madrid, 1969) titulado “Vida de mi madre, Concha Espina”. Precisamente el año de esa publicación coincidía con el centenario del nacimiento de su madre. Se trata de un libro de bolsillo de apenas 206 páginas, a mi entender bastante interesante. Pues bien, hoy al abrir el periódico me he enterado de la muerte de la actriz Carmen de la Maza, hija del ilustre guitarrista y de Josefina de la Serna, la mujer  que con el seudónimo de Josefina de la Maza supo trasladar al papel la vida de su ilustre madre. Conservo una fotografía del traslado de los restos mortales de Marcelino Menéndez Pelayo, amortajado con el hábito franciscano, desde el cementerio de Ciriego hasta el mausoleo (obra del escultor Victorio Macho) de la Catedral de Santander el 26 de agosto de 1956, con motivo de su centenario. Un acto en el que  estuvieron presentes Francisco Franco, Carmen Polo y Gregorio Marañón. Como curiosidad, en la tumba de Menéndez Pelayo, que reposa sobre una almohada de libros, se puede leer la inscripción “¡Qué lástima tener que morir cuando me queda tanto por leer!”. En una foto que conservo aparecen juntos, entre otros y todos ellos de chaqué, Víctor de la Serna Espina, Victorio Macho y mi abuelo materno.

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