lunes, 17 de enero de 2022

La cosa pinta mal

 


Ahora resulta que llamas al ambulatorio de la Seguridad Social solicitando día y hora para una consulta con el médico de atención primaria, y desde el otro lado del hilo telefónico te informa una operadora (no una cirujana) que el doctor no recibe en consulta, que debes señalar los síntomas por teléfono y explicarle al médico de forma concisa qué te duele o qué remedio existe para una otitis o para unas purgaciones de garabatillo, además del conocido Salvarsán o el aceite inglés. Pero, claro, si el médico no te mira a la cara, salvo que llames por WhatsApp,  tampoco puede ´` hacer un diagnóstico preciso, o qué fármaco  debe recetar para intentar remediar el   problema que te aqueja. Vamos, como en la canción “Ni contigo ni sin ti tienen mis males remedio…”, que cantaba Emilio José. A este paso día llegará que tendremos que volver a las viejas costumbres de asistir a la consulta del curandero, o del herbolario, o del barbero-sangrador, o del  algebrista, que entendía de huesos dislocados y demás fruslerías de los 206 huesos  que tenemos todos, o de los siete agujeros que tiene la mujer a lo largo y ancho de su cuerpo, o de cómo disipar el fantasma de la impotencia con algo más efectivo que el anís Machaquito. Una cosa es la pandemia de coronavirus, que tiene a los sanitarios al borde de un ataque de nervios, y otra muy distinta, que es anterior al coronavirus y que yo mantengo: que se quieren cargar a la Seguridad Social en beneficio de la sanidad privada. No queda otra que la resignación, a la que ya estamos acostumbrados. El Gobierno está, por lo que se desprende de este sindiós, en otras cosas. Y el presidente Sánchez -como nos recuerda Ussía hoy en su artículo en El Debate- se saca de la manga visitas institucionales para justificar sus vuelos a actos públicos de su partido.  El articulista en cuestión, con el que casi siempre estoy en desacuerdo, pone como muestra la presentación de Juan Espadas –exalcalde de Sevilla- como candidato del PSOE a la Presidencia de la Junta de Andalucía. Parece ser que Sánchez aprovechó una visita a Granada para dar apoyo al candidato poniendo como excusa del uso del Falcon una visita a los Laboratorios Rovi, que fabrica unos conocidos supositorios de glicerina contra  el estreñimiento. Sánchez, digo, también se quitó de encima “el muerto” de la coordinación de pandemia (y a aquel contador de mentiras Fernando Simón, que parecía el único enterrador, como en  la canción de Antonio Molina), trasladando la responsabilidad del control de la pandemia a las Comunidades Autónomas por tener transferidas las competencias de Sanidad. ¿Para qué sirvió entonces el ministro Salvador Illa y para qué sirve ahora la ministra Carolina Darias al frente del Ministerio de Sanidad?  Todo muy raro. Pero aquí no acaba la cosa. Ahora pretende Sánchez (cuando se ha venido arriba el virus y ha mutado con el nombre de ómicron) que esa seria enfermedad sea considerada como una simple “gripalización”, que es un neologismo que procede del ámbito político más que del sanitario, ante el vaivén caprichoso del bicho mutante. Pronto dirán que es un catarro mal curado. Los mismos “asustaviejas” que se han cargado  la Sanidad pública se pasan el día anunciando la quiebra de las pensiones y motivan a los trabajadores a que se hagan fondos privados de pensiones.  Resumiré tal cúmulo de disparates con la antigua máxima del derecho romano compilado por Justiniano: ¿Quo prodis?

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