martes, 4 de enero de 2022

Martirologio

 


Debo reconocer que eso del Martirologio me tiene bastante preocupado. Parece ser que hasta el año 2017 se seguía el Martirologio Romano de 1749, a los que se iban incorporando otros santos posteriores. Pero al año siguiente, en 2018, la Iglesia se puso al día y la Conferencia Episcopal Española publicó otro Martirologio reformado por mandato del Concilio Vaticano II. Y ahí comenzó el lío. Se añadieron a la nueva lista nuevos santos que nadie conocía. Por añadir un dato curioso, en el año 2000 se añadieron al Martirologio Romano más de 5.000  mártires de la revolución de los bóxers (1898-1901) pertenecientes todos ellos al Vicariato Apostólico de Sien-Hsien confiado a los jesuitas. Entre ellos, María Zhu, Lucía Wang, Bárbara Ciu Lian, María  Zheng Xu…, etcétera. Tanto es así que parece imposible que tal número de chinos y chinas elevados a los altares puedan ocupar hornacina en alguno de los templos existentes en la actualidad. Antes la cosa era distinta. En las iglesias existían capillas laterales dedicadas a los santos más venerados: san Antonio de Padua, san Blas, san José…Y a esas capillitas se acercaban algunos fieles después de la misa a rezar plegarias y encomendarles deseos que a veces hasta se cumplían, sobre todo cuando utilizaban a san Antonio como mediador de sus deseos. Ahora, ya digo, todo ha cambiado. Hasta el rezo del santo rosario ha sufrido modificaciones. No sé qué diría sobre ello santo Domingo de Guzmán, que tanto contribuyó a su estructura y devoción; o León XIII, considerado como “el Papa del rosario”. En 2002, Juan Pablo II, cuando todavía no era santo, añadió a los misterios gozosos, dolorosos y gloriosos los misterios luminosos, para ser rezados los jueves, que son cinco: el bautismo en el Jordán, las bodas de Caná, la proclamación del Reino de Dios, la Transfiguración y, finalmente, la institución de la Eucaristía.

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